MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Santa Mariana de Jesús es un prodigio de santidad temprana.

Se le llama "la azucena de Quito". Nacida en 1618, sus biógrafos dicen maravillas de ella. Al año de edad se daba cuenta ya de los días de ayuno marcados por la Iglesia y se abstenía del pecho materno. Pequeñita aún se azotaba con ramas espinosas, hacía solitarias procesiones cargando una pesada cruz, se ponía garbanzos -crudos, claro- en los chapines para mortificarse y llenaba de abrojos el lecho en que dormía.

Se conserva el riguroso horario a que sometía en la adolescencia sus prácticas piadosas:

"A las 4 de la mañana me levantaré y repasaré en la memoria la Pasión de Cristo. A las 5 pondréme los cilicios. De 6 y media a 7 me confesaré en la iglesia y prepararé el aposento de mi corazón para recibir a mi divino...

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