MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Aquel ventrílocuo llegó a un pequeño pueblo. Entró en la cantina del lugar en compañía de un perro. Le indicó el cantinero:

-Perdone, amigo. Aquí no se puede entrar con perros.

Replicó el otro:

-Mi perro no es un perro cualquiera. Es un perro parlante, un perro que habla. A ver, Firuláis: saluda al señor y dile lo que vas a tomar.

El ventrílocuo fingió la voz del perro:

-Buenas noches. Sírvame por favor una cerveza.

El cantinero, estupefacto, atendió la orden. En seguida le dijo al dueño del caniche:

-Véndame el perro. Le doy lo que quiera por él.

El hombre le pidió 5 mil pesos por el animalito, y el tabernero los pagó gustoso. El perro sería un gran atractivo para su clientela. Habló entonces, supuestamente, el can:

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