MIRÓN DE PALO / Abajo la propaganda

AutorPedro Lara y Malo

Comienzo esta decorosa columna lanzando una pregunta que no tiene nada de capciosa, a menos, claro está, que sean ustedes unos malpensados: ¿realmente se puede hacer algo para cambiar al mundo, aunque sea poquito a poco?

A lo largo de la historia, muy pocas cosas que no hayan estado próximas a los límites del aguante y la paciencia han logrado transformarnos de manera efectiva, lo cual me hace pensar en una sentencia lapidaria que largaba mi abuela, cada vez que sufría una decepción por causas ajenas: "El ser humano sólo entiende a base de palos".

De hecho, acepto que esa precariedad del espíritu es parte de nuestra propia condición humana, pero ello no alcanza a explicar, por lo menos de manera convincente, por qué sólo reaccionamos cuando las cosas se ponen feas, nos molestan sobremanera o, simplemente, se nos vuelven insostenibles.

Para el caso es lo mismo, porque esas cosas suelen ocurrir por falta de previsión, ausencia de compromiso o apatía, que por principio de cuentas se materializan primero en quienes tienen la responsabilidad de que todo funcione de manera más o menos ordenada, de acuerdo a las reglas que la mayoría hemos aceptado.

Para ejemplo basta un botón. Hace un par de semanas, la PAOT sacó un comunicado en el que acusaba la ilegalidad del 96% de la propaganda electoral colocada en la Ciudad, por ser ésta contraria a la Ley de Publicidad Exterior, es decir, por haberse colocado en lugares terminantemente prohibidos.

A la mayoría de los ciudadanos esa noticia nos pareció acorde con la idea de que la Ciudad se ha convertido en una especie de corredor del retrato, con el fin de promocionar sonrisas falsas, pegotes de maquillaje y hasta postizos, pero sin que prácticamente ninguno de los interfectos o interfectas se haya prestado a incluir en sus espectaculares, pancartas o pendones algún...

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