Místicos en estado salvaje

AutorChristopher Domínguez Michael

Si por inspiración se entiende la sincronía entre un autor y el tiempo, el diálogo fértil entre la lengua vernácula y la conciencia literaria, no me cabe duda que Se está haciendo tarde (final en laguna), de José Agustín, es una novela inspiradísima que, con los años transcurridos desde su publicación en 1973, ha ganado una espesura por la que en ese entonces hubiera sido arriesgado apostar.

El coloquialismo, esa vindicación del habla juvenil que hace 30 años singularizaba a José Agustín, en poca cosa (o en nada) estorbó mi relectura, quizá porque esa germanía -con las modificaciones léxicas naturales- se ha convertido en una lengua franca que en sí misma ya no dice nada en particular. Tuvo José Agustín en ese libro una conciencia casi inmanente de la cesura entre la recreación artística de los coloquios callejeros y su mera grabación: pocos entre sus imitadores y discípulos -entre los que se cuenta fatalmente él mismo- lograron superar Se está haciendo tarde en cuanto a depósito de aquel ingenio verbal.

A principios de los años 70, nos enteramos tan pronto abrimos la novela, un lector de tarot llamado Rafael llega al puerto de Acapulco para ponerse en manos de Virgilio, el guía que lo habrá de conducir hacia las puertas de la percepción. Los amigos se encuentran, enseguida, con Francine, Gladys y Paulhan, tres drogos ya veteranos que están bien dispuestos a agotar, en un solo día que no llega a sumar las 24 horas de la narración de los hechos, buena parte de la reserva vivencial que entonces trastornaba a tantas intimidades en Occidente. El imperio de la aldea global logró que el peregrinaje de aquellos jóvenes, aunque no fuese en rigor la primera de las olas contraculturales del siglo, trazase nuevos pasajes turísticos y comerciales sobre el mapa del planeta. Esa segunda ruta de las especies, inaugurado por aventureros y capitalizado por traficantes, pasó por Huautla, Londres y Katmandú, desplazamiento hacia un Oriente imaginario emprendido en nombre de los paraísos artificiales, de la nueva música, de la relajación decisiva en las costumbres sexuales y de las espiritualidades heterodoxas. Aquellos años 60 y 70 del siglo pasado, justamente porque crearon la impresión lampedusiana de que todo cambió para que nada cambiase, en realidad fueron años que, para bien y para mal, todo lo transformaron. Fue esa larga temporada en que Octavio Paz y José Agustín (y medio mundo) podían coincidir frente al I Ching, el libro de las mutaciones.

Al...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR