A mitad del camino

AutorFederico Reyes Heroles

Festejamos la vigencia de una ley, festejamos el nacimiento de una institución, pero sobre todo festejamos la ampliación de uno de nuestros derechos ciudadanos fundamentales: el derecho a conocer el uso y los destinos de los recursos públicos que entre todos generamos. El acceso a la información pública es una de las herramientas más eficaces para combatir la corrupción y el mal gobierno. Fue ése el motivo que impulsó al Consejo Rector de Transparencia Mexicana, que me honro en presidir, hace exactamente seis años, a formular una propuesta sobre el tema que fue entregada al Presidente electo.

Fue esa misma motivación la que agrupó a mexicanos muy valiosos que auténticamente persiguieron el proyecto de ley enriqueciendo su contenido. Esa misma motivación nos reúne hoy para ratificar nuestro convencimiento de la utilidad del instrumento ciudadano. El derecho a la información no sólo es una herramienta de combate a la corrupción es, en buena medida, el cimiento en el que se sustenta la credibilidad de los ciudadanos hacia sus instituciones. La credibilidad es la argamasa del pacto social. La credibilidad no es un acto de fe, porque los asuntos de la Rex-pública no pertenecen a las convicciones religiosas. En una democracia la credibilidad se sustenta en el conocimiento, en el saber, de los ciudadanos.

Pero en los festejos se puede muy fácilmente perder el sentido crítico. Mucho se ha avanzado, pero mucho queda por hacer. Permítanme entonces aprovechar estos minutos para lanzar algunas ideas e inquietudes, tan sólo eso, que rondan en nuestra casa, en Transparencia Mexicana.

Fortalecer el acceso a la información en la Constitución

Primero. La tensión entre centro y periferia, entre la legislación federal y las locales es un tema viejo y tan vasto como complejo. El Código Civil Napoleónico tardó casi medio siglo en aplicarse en el agro francés. Con mucha frecuencia las acciones de modernización legislativa tienen que partir del centro para así lograr una homogeneidad mínima. Por supuesto, en el exceso, el centro puede avasallar, en un vano intento por volver iguales a los desiguales y, lo que es peor, el centralismo puede convertirse en el peor de los obstáculos de los propios fines que persigue. Recordemos las lecciones al respecto que nos da Tocqueville en El Antiguo Régimen y la Revolución.

En México esa tensión sigue vigente en todos los ámbitos. Las diferencias y disparidades en todas las materias nos recuerdan la complejidad cultural de nuestro país. Hay códigos penales de avanzada y otros que verdaderamente provocan vergüenza. Lo mismo ocurre en el ámbito civil. Incluso en áreas relativamente nuevas de nuestra vida pública como lo...

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