Morelia en tres tiempos

AutorJuan José Kochen

Enviado

Morelia, Michoacán.- Una jornada gastronómica es el pretexto para saborear un pedacito de esta ciudad. La cata de delicias alterna con un recorrido que pasa por algunos puntos de las 219 manzanas, 15 plazas y mil 113 monumentos que conforman su centro histórico.

Para abrir apetito

Gazpacho de frutas, enchiladas morelianas preparadas con chile guajillo y agua de piña conforman el desayuno de una jornada que promete ser deliciosa. Tras probar estos manjares en el restaurante La Mandarina del Holiday Inn Morelia nos disponemos a abordar un pequeño tranvía que nos llevará a recorrer el centro.

Este antiguo convoy rojo de nombre "Calle Real" suele realizar recorridos de 45 minutos saliendo del hotel, para luego serpentear por las calles del centro histórico y terminar con una visita al Museo del Dulce de Morelia.

Nuestro recorrido parte en la Avenida Camelinas, a sólo 15 minutos del centro, conforme avanzamos, el conductor presume los edificios construidos -en su mayoría- en cantera rosa y enumera los detalles estilísticos que han marcado el desarrollo de la urbe.

Por la ventana distinguimos diseños barrocos, renacentistas, neoclásicos, manieristas y también platerescos. Un ejemplo de este último estilo lo observamos en el edificio del siglo 18 que alberga el Santuario de Guadalupe, también llamado Templo de San Diego.

A pesar de esta composición tan ecléctica, el centro guarda un orden. Y es que, tras 470 años de haber sido fundada con el nombre de Mechoacán ("loma chata y alargada", en náhuatl), Morelia conserva una esencia propia y armonía singular. En 1580, la ciudad recibió el nombre de Valladolid, pero fue hasta 1828 cuando se conoció como Morelia para honrar la memoria de José María Morelos y Pavón, y en 1991 quedó inscrita en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.

"La traza urbana y la arquitectura se reflejan en los monumentos civiles y religiosos, el acueducto con más de 2 kilómetros de largo es una muestra de la conservación de la ciudad", comenta Jorge Ortega, director general de la Asociación Nacional de Ciudades Mexicanas Patrimonio de la Humanidad (ANCMPM).

A una cuadra del Templo de San Diego nos topamos con la parte baja del acueducto colonial que data de 1785 y cuya altura va en aumento conforme la pendiente de la calle nos devela los 253 arcos que alcanzan hasta nueve metros de alto.

Esta obra de ingeniería, también construida en cantera, llevaba agua hasta los límites de la ciudad y la repartía en conventos...

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