Muere benefactor rarámuri

AutorMarcela Turati

CREEL / Chihuahua

REFORMA / Especial

La enfermera se detuvo ante una pared vestida con fotos amplificadas convertidas en cuadros. Eran imágenes de niños tarahumaras arrugados como ancianos, con escaso pelo, brazos sin músculo, vientre hinchado por la miseria o piel tan restirada que muestra todo el costillar como si fuera lavadero.

Un letrero identifica a uno de los esqueletitos con el nombre de Lorena. Enseguida, otra foto tomada meses después muestra a una niña regordeta y sonriente, sostenida por un sacerdote. Es Lorena.

"Cuando vino el papá por ella y se la entregamos nos dijo: 'No, está no es mi hija'; no la reconoció", comentó risueña la enfermera. Luego continuó su caminar por la Clínica Santa Teresita, de Creel, el pueblo más famoso de la Sierra Tarahumara.

El sacerdote, quien en ésas y en otras muchas fotos sostiene a los desnutridos y a veces agonizantes niños tarahumaras, es el jesuita Luis Guillermo Verplancken, el creador de la clínica serrana que, según cálculos de un sacerdote, en una época llegó a salvar la vida de más de 400 niños al año.

El sábado a las 6:00 horas, vencido por el cáncer, falleció este hombre que vivió 52 años dedicado a los indios tarahumaras o rarámuris -como ellos se llaman a sí mismos- y que se convirtió en una institución en la sierra.

No sólo hizo el hospital para rarámuris, desde donde salen brigadas médicas de atención y capacitación comunitaria. Fundó también dos escuelas-internado donde los alumnos aprenden en su idioma y español. Creó la primera tienda de artesanías donde pueden vender sus productos. Tradujo la Biblia al rarámuri. Construyó un museo de arte sacro y varios templos. Perforó más de 50 pozos en comunidades aisladas y en otras implementó sistemas de captación de agua de lluvia. Colaboró con la comunidad de Arareko en la creación de un lago artificial que es destino turístico.

Con los donativos que consiguió anualmente llenó bodegas que durante los años de escasez por sequía han servido como bancos de alimentos y almacén de cobijas que distribuyó por toda la sierra. Entregó becas educativas, material para casas y hasta el último día consiguió financiamiento para todas sus obras.

Llevaba cuatro semanas de agonía, tres en Chihuahua y una en Santa Teresita, la clínica que construyó en 1979 y -según explicaba- a raíz de que descubrió que más del 75 por ciento de los niños rarámuris morían antes de los 5 años por desnutrición, tuberculosis o enfermedades respiratorias y gastrointestinales.

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