Contra la muerte

AutorJulián Herbert

Esta semana, tras el fallecimiento de Gonzalo Rojas (Chile, 1917-2011), el homenaje fúnebre se reviste de oxímoron: nos devuelve al poeta purificado de neumonías y accidentes cerebrovasculares e instalado ya para siempre en esa vitalidad literaria y cotidiana que distinguió su existencia, y que atañe lo mismo a la historia del español moderno que a la leyenda intelectual, el anecdotario (Christopher Domínguez Michael ha narrado un jarmuschiano viaje en automóvil con rumbo a la Patagonia en compañía de Gonzalo y del fantasma de Huidobro) y el autoelogio travestido de autoescarnio: "todo se hizo difícil, amaba a otro/ y yo andaba en la edad de los patriarcas/ intacta sin embargo la erección/ aunque lisa y llanamente amaba a otro"...

Una imagen humana y una obra lírica cuyo nombre secreto no puede ser sino éste: Salud Febril.

Hay en México y Chile cuatro poetas en cuyas obras la ironía y la frescura se manifiestan como perfecta conquista de la madurez, de la vejez incluso: Nicanor Parra, Eduardo Lizalde, Gerardo Deniz y Gonzalo Rojas.

Quizá ningún poeta hispanoamericano anterior a ellos dio tanto peso en sus creaciones a la sistemática desintegración del imago poeta y al desmontaje en clave satírica de los tópicos clásicos y románticos.

Esto se debe a razones históricas: nuestro romanticismo verdadero -espiritual y no meramente estilístico, y sin duda equiparable al del inglés decimonónico- va de Rubén Darío a Octavio Paz y José Lezama Lima.

A través de Parra, Lizalde, Deniz y Rojas, las prácticas poéticas posmodernas toman carta de naturalización en la escritura hispanoamericana para luego (sobre)desarrolladas por el neobarroco y la paridad cultural con la estética East Coast encarnada en John Ashbery y los language poets constituirse en el caldo de cultivo del que emerge la hipermoderna y postproducida (en el sentido que el crítico de arte Nicolas Bourriaud da a esta palabra) poesía lírica hispanoamericana del presente.

De los cuatro autores que he citado al principio, Rojas me parece el más equilibrado (no lo digo como elogio, sino como descripción de una peculiaridad): menos programático que Parra, menos oratorio que Lizalde, menos excéntrico que Deniz.

Pero con una potencia impura que lo mismo combina un precepto científico con el lirismo vernáculo; la fórmula introductoria de un oficio burocrático con la más sutil tersura erótica; el pop art con una seria paleografía de la versificación por cantidades latina.

No es de extrañar que su...

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