Una muerte misteriosa

AutorFrancisco León

El domingo 28 de septiembre Zola y su esposa viajan de Médan a París. Una vez instalados en su departamento, Zola pide al encargado del edificio se ponga la calefacción, pues la temperatura alcanza los 20 grados bajo cero; cuando llega el ayuda de cámara, dispone una bandeja de la chimenea sobre la cual distribuye bolas de carbón, lo enciende y abre una ventana. Toma un tablero con el cual bloquea el tiro hacia el exterior para conservar el calor durante los primeros minutos y que la estancia se caliente. Han transcurrido no menos de 20 minutos y, entonces, el ayudante permite la salida del humo acumulado en el tiro abriendo el tablero de nueva cuenta. Revisa que el carbón haya ardido como de costumbre y se retira, evitando de esa manera la molesta y peligrosa primera combustión. Deja las ventanas abiertas y los inquilinos se preparan para dormir. A las tres de la madrugada madame Zola se levanta para vomitar, después asoma la cabeza por la ventana de la estancia vecina a fin de tomar aire, y regresa a la cama. Ahí encuentra a Zola quejándose de fuertes dolores de cabeza.

- Debemos llamar a los criados -dijo ella.

- No es necesario, ya ves que el perro también está enfermo -dijo él. - Seguramente comimos alguna cosa mala.

Más tarde, Zola se levanta para abrir otra ventana.

- No debemos molestar a nadie -volvió a decir-. El aire nos caerá bien.

Su esposa sale hacia otra estancia y cuando vuelve encuentra a Zola entre las cobijas revueltas, tendido con medio cuerpo fuera del lecho, un brazo extendido y la cabeza inclinada, casi en el suelo. Intenta despertarlo, lo acomoda y no se da cuenta de la nube venenosa de bióxido de carbono que flota en la casa, y que se origina en la bandeja de la chimenea donde los restos de carbón ya no arden, solamente emiten el mortal gas que no tiene salida por encontrarse obstruido el tiro.

La reacción del organismo es inmediata e irreversible, cuando el sistema respiratorio acumula un promedio de mil 500 partículas de carbono causa opresión pulmonar, paro respiratorio, endurecimiento de arterias, con tubos branqueales cerrados, alto porcentaje de aneurismas, irrigación sanguínea bloqueada a nivel de carótida y endurecimiento paulatino del bajo vientre. No tiene remedio. La situación se torna confusa, apenas alcanza a realizar algunos movimientos, ha perdido la conciencia, sus pasos no tienen dirección, tal vez busca aire, levanta los brazos, mira el cuerpo de su esposo desvanecido y ella cae junto a la ventana.

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