Mujeres insurgentes

AutorCarmen Saucedo Zarco

Lo que se llama violencia, no es nada.

La seducción es la verdadera violencia.

Lessing

Muchas mujeres participaron de múltiples formas en la guerra de Independencia. Su simpatía por la causa revolucionaria las convirtió en mensajeras, espías, enfermeras, proveedoras y hasta feroces combatientes. Estas sediciosas e infidentes fueron acusadas de cometer graves faltas contra el estado español; sin embargo, hubo muchas otras cuyo único delito fue ser esposa, hija, hermana o madre de algún insurgente. Los realistas las usaron como rehenes para obligar a los insurgentes a entregarse o a indultarse.

Aunque la mayoría se pierde en el olvido, la historia ha conservado algunos fragmentos de sus quebradas vidas. Se les ve como abnegadas esposas que siguen a sus maridos cargando chamaco y metate; se les mira con la admiración que merece el derroche de virtud; se les responsabiliza de resistir valientes las desgracias que se ceban sobre ellas. Su amor es santo, sufren hasta el martirio, se les llama "sacerdotisas del fatalismo" que caminan del "tálamo al túmulo" e invariablemente sus perseguidores son como perros rabiosos de saña perversa. Algunas alcanzaron el título de heroínas por el simple hecho de haber parido un prócer sin haberse siquiera enterado. La hagiografía sobre las mujeres que tomaron parte en la guerra de Independencia reúne a "mujeres valerosas", "ángeles de caridad", "madres resignadas", y alguna que otra que debió pecar en bien de la patria.

El lado triste y sufridor llena las páginas de estas narraciones rebosantes de lecciones morales de cómo ser mujeres virtuosas a pesar de todas las calamidades. En cambio, hay otros oficios no menos complicados en la labor de las mujeres en los difíciles asuntos de hacer la independencia de los que poco se habla. La seducción como arma poderosa frente a la violencia de la fuerza. Como piedra preciosa, la seducción presenta facetas y aristas, unas más brillantes que otras, pero al fin y al cabo diferencias sutiles de una misma pieza. Para seducir se requiere arte y maña. La seductora persuade con suavidad, cautiva y ejerce una irresistible influencia en el ánimo del seducido. Se puede seducir mediante la palabra, el cálido susurro, el gesto ambiguo que resultan en un dulce canto de sirenas.

Una de las más audaces seductoras de la patria fue Josefa Ortiz, la famosísima esposa del corregidor de Querétaro. Su entusiasmo no tenía fin, pues "no perdía ocasión ni momento de inspirar odio al rey"...

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