'La música me salvó'

AutorErika P. Bucio

Nada más levantarse, siempre madrugador, Arturo Sandoval (Artemisa, Cuba, 1949) va directo al piano. "Nunca se sabe en qué momento una melodía va a surgir". Trata de componer al menos cuatro compases cada día.

Practica tanto el piano como la trompeta. Inventó una trompeta de estudio, "Sandovalves", para sus viajes y poder practicar en aviones, aeropuertos, hoteles. A veces, nada más llegar a un lugar debe ir directo a la sala de conciertos.

"La trompeta demanda mucha disciplina y dedicación, no admite subirte al escenario sin haber calentado. Eso me ha permitido mantenerme en forma", dice Sandoval, de 69 años, en entrevista vía telefónica desde su casa en Los Ángeles, California.

Pleno de energía, el trompetista y compositor parece tener un pacto con el diablo. Fuma desde los 14 años. A diario. Es parte del ritual mañanero que acompaña de un café cubano. Su puro favorito es el Arturo Fuente, fabricado en República Dominicana, muy apreciado por su calidad. Su propietario, Carlos Fuente, es su mejor amigo. En el centenario de la tabacalera, Sandoval le rindió un tributo musical.

Al hijo de un mecánico cubano, nacido en Artemisa, lejos del arte, nada le auguraba que sería músico. "Es inexplicable", ríe Sandoval. "La música me salvó la vida". Lo salvó de la pobreza.

Tuvo que abandonar la escuela en el quinto grado. Y empezó a tocar. "Me abrió horizontes, expectativas para el futuro". Y ahora él lo hace con el Instituto Arturo Sandoval, que promueve la educación musical. Lo considera su mayor legado.

Empezó a estudiar trompeta clásica a los 12 años. Su ídolo en ese terreno es Timofei Dokshizer, celebrado por su timbre y fraseo. "Si no el más grande, uno de los más grandes trompetistas clásicos". Tomó un par clases con él. "Siempre...

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