Donde nadie se siente extraño

AutorPatricia Miranda

Enviada

MONTREAL, Canadá.- ¿Cómo le hace para ser siempre atractiva? No importa cómo se vista, sabe ponerse a tono con las cuatro estaciones del año: lo mismo encanta bajo el más crudo invierno que cuando se destapa para disfrutar del verano.

Ama el jazz y la música electrónica, el cine y la literatura, las artes visuales y las circenses, pero sobre todo la gastronomía. Y a todos sus amores, suele organizarles un enorme festival.

Parece que nunca se cansa. Es más, siempre está de fiesta. Especialmente este año, que cumple 375 años de fundada. Se llama Montreal, y sobran los motivos para conocerla o revisitarla.

Pero no sólo es una meca artística. La mayor ciudad de la provincia de Quebec profesa también un ferviente amor a la multiculturalidad.

Para descifrarla es necesario andar por sus barrios tratando de maridar sitios y sabores clásicos con alguna historia exquisita, siempre a paso lento y -si es posible- en compañía de un lugareño.

Ir más allá

Decidir por dónde iniciar a reconocer esta vibrante ciudad no es tarea fácil. Se antoja tomar distancia y observarla desde "La Montaña", como los lugareños llaman cariñosamente a la elevación que el explorador francés Jacques Cartier bautizó como Mont Royal. O bien, recorrer el Viejo Montreal y quedar encantado con íconos como la Plaza Jacques-Cartier, la Plaza de Armas o la Basílica de Notre-Dame, para luego andar por su centro y conocer sus entrañas perdiéndose por los laberínticos pasillos que conforman la ciudad subterránea. Pero hay que ir más allá. En un itinerario por Montreal, no puede faltar la visita por alguno de estos distritos y barrios.

Plateau Mont-Royal

No importa si hace calor, llueve o está nevado, afuera del número 3895 del Boulevard Saint-Laurent, en el multicultural distrito Plateau Mont Royal, siempre hay una larga fila de gente. Acudir muy temprano o pasada la medianoche, tampoco garantiza ahorrarse la espera.

Pero la presencia de lugareños confirma al visitante que bien vale la pena formarse y conseguir un sándwich de carne ahumada en el legendario Chez Schwartz's, para aderezarlo con mostaza, acompañarlo con pepinillos o ensalada de col y maridarlo -casi religiosamente- con una soda de cola y cereza bien fría.

Desde que fue fundado en 1928 por Reuben Schwartz (un judío de origen rumano), en el sitio se respeta la antigua y cuidada receta de la casa.

Esta es quizá la dirección más famosa del bulevar, pero no la única parada obligada. "The Main", como también se le llama a esta avenida, es perfecta para tomarle el pulso a un vecindario donde se hallan propuestas de inmigrantes que llegaron para quedarse.

Prueba de ello es la Charcuterie Hongroise. Imposible pasar por enfrente sin comprar unas salchichas y catar mostazas finas y choucroute, deliciosa col agria.

Para saborear más embutidos, quesos y ates, hay que visitar la Librairie Espagnole. En un principio, sólo vendían libros, pero ahora en los estantes hay toda clase de productos de España y Latinoamérica. Más vale detenerse también en la Pâti-sserie Notre Maison: sus pasteles de natas...

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