'No tengo la alegría de celebrar'

AutorAndro Aguilar

FOTOS: ANDRO AGUILAR

A unas cuadras del centro de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, Irma Guadalupe Delgado bromea con una vecina en la víspera de su santo: "¡Mañana quiero fiesta acá!".

"Al fin ya le emparejaron el terrenito", responde la vecina, refiriéndose al lote donde estaba la casa que Guadalupe habitó con su familia por 50 años, demolida por el sismo del 19 de septiembre.

Guadalupe hace guardia en una silla por si alguna autoridad se acerca para informarle cuándo podrá ser reconstruida su vivienda, o para recibir los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que ya se distribuyen en el pueblo.

A la mujer de 67 años, vestida con un mandil a cuadros, le preocupa que ya terminaron los apoyos para la renta que dio el gobierno capitalino a los damnificados, con lo que ella y su esposo, Adrián Páez, alquilaron un cuarto en el barrio de San Andrés, a 20 minutos de San Gregorio.

Guadalupe dice que la celebración de su santo es sólo broma. No tiene ánimo para el festejo ni para las fiestas decembrinas. Su voz se quiebra:

"Sé que con frijolitos o algo se puede, pero no tengo la alegría de celebrar...".

Desde el 19 de septiembre, la mujer batalla para conciliar el sueño.

"Extraño mi lugar. Por eso casi todo el día estoy acá, a ver si hay alguna ayuda del gobierno o de alguien para hacernos las casas".

Guadalupe dice que no quieren deudas. Se niegan a aceptar un crédito del INVI ofrecido por el gobierno capitalino. Y pregunta dónde quedaron las donaciones del extranjero.

Dice que, antes de irse, el presidente Enrique Peña Nieto y el jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera deben resolver el problema de los damnificados.

"Nos toca el sismo cuando estamos más acabados, ya sin fuerzas. Si nos hubiera tocado de jóvenes, nos reiríamos de la vida...", dice con una sonrisa desganada.

Como a Guadalupe, a tres meses del sismo, en San Gregorio aún es posible ver a habitantes frente a sus viviendas dañadas, tratando de monitorear la llegada de la autoridad. Quienes no pueden estar presentes colocan letreros con sus datos personales para ser localizados.

Algunos damnificados duermen con vecinos o familiares, otros migraron para alquilar un lugar donde vivir.

Los comerciantes de hortalizas que se colocaban afuera de la Parroquia -cuya barda se derrumbó- han tenido que trasladarse a las afueras del pueblo para no interferir en los trabajos de demolición.

Los productores chinamperos aseguran que sus ventas cayeron 70 por ciento, por lo que buscan...

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