'No me interesa el lector soberbio'

AutorSamuel Adam

FOTO: HUGO BALCAZAR

Hay dos características en la filmografía de Quentin Tarantino: La violencia explícita como elemento estético y los monólogos banales antes o durante estos actos violentos.

El salmo Ezequiel 25: 17, que exclama Jules Winfield (Samuel L. Jackson) en Pulp Fiction antes de cometer algún asesinato; la justificación de Mr. Pink (Steve Buscemi) de por qué no deja propinas a los meseros en Reservoir Dogs o la mitología del cómic de Superman que celebra Bill (David Carradine) mientras adormece con un dardo a su ex novia Beatrix Kiddo (Uma Thurman) en Kill Bill II son ejemplos de escenas que han ingresado al cine de culto.

Para Julián Herbert (Acapulco, 1971), estos diálogos -que compara con una parodia del monólogo shakespeariano de Hamlet- son la puesta en escena de una conducta moral de quienes siempre viven en el límite de la ética, y en la que se inspira para los personajes de su libro de cuentos Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino (Literatura Random House, 2017).

"Tarantino en el fondo es un moralista, y no me refiero a que haga juicios morales, sino a que imagina conductas morales", dice Herbert, mientras se toma un mezcal en un bar de la colonia Roma.

Poeta, novelista, cuentista, ensayista y cantante de rock, Julián Herbert siempre ha estado a favor de buscar la manera de confrontar temas que para él son fundamentales. Se ha alejado cada vez más de la "pandilla" más conservadora y más anquilosada de la poesía con la que empezó a escribir -dice con acento coahuilense, que adoptó desde que llegó a este estado siendo niño.

En Canción de tumba -premio Elena Poniatowska 2012-, escribió en forma de novela su biografía junto a su madre, quien murió de Leucemia luego de una vida como prostituta.

Y, hace dos años, reconstruyó el genocidio de 300 chinos ocurrido en 1911 en la Comarca Lagunera, en medio de la Revolución Mexicana, a través de la crónica histórica La casa del dolor ajeno.

Para Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino, el escritor se planteó escribir diez novelas condensadas, donde el personaje es lo más importante y no la anécdota; su psicología y no lo que viven.

"En La casa del dolor ajeno, lo importante para mi era la construcción de la anécdota, todo basado en documentos; en este libro tenía toda la libertad de inventar a los personajes, de ser lo absurdo que quiera. Hay mucho de Tarantino y de un grupo de cineastas que construyen personajes que parecen superficiales, pero no lo son. Sus conflictos los hacen...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR