Noé Jitrik / Pasión de la cobardía

AutorNoé Jitrik

En El corazón de las tinieblas, una de su novelas más densas, Joseph Conrad no elige a un héroe impecable frente a su destino, como ocurre en la novela clásica, sino a un cobarde. En ese orden es un innovador, puesto que la novela más bondadosa, la más decente, la de moral triunfante, elige héroes positivos, como lo fueron los escritores románticos que heroizaron a plebeyos agrediendo los requisitos retóricos de la narración que pedían héroes nobles. Conrad trata de indagar en lo que es la cobardía, sentimiento que invocamos con frecuencia para denigrar a alguien que no ha sabido afrontar sus consecuencias, jugarse por esa causa. Es probable que las "tinieblas" sean precisamente una metáfora de lo insoportable que es comprobar, sea el cobarde quien lo comprueba, sea otro quien lo denuncia, ese paso atrás cuando debería haberse dado para adelante. Lo peor, lo más grave es que no hay vuelta, un acto de cobardía no puede revertirse.

Encontramos una variante de esa situación, acaso inspirada por Conrad, en un famoso cuento de Borges, La marca de la espada; hay, por cierto, un cobarde que sabe que lo es o lo fue, en el tiempo del relato, pero padece de una confesada contaminación: no es cobarde en su íntima manera de ser sino que es también un traidor. Los dos términos se conjugan y hasta parecen equivalentes, pero no es exactamente así. Se mezclan los dos conceptos y de pronto no podemos discernir con claridad qué alcance tienen uno y otro.

Es claro que con frecuencia el cobarde se justifica con el argumento del miedo, noción que se añade a las precedentes, pero esa justificación no es casi nunca convincente, pues, según se sabe por experiencia, todos los seres humanos sentimos miedo y no por eso nos vemos llevados ineluctablemente a la cobardía y a la traición: el miedo es un sentimiento tan humano que, según lo consigna la sabiduría popular, sin sentirlo y admitirlo no podríamos llegar a ser valientes.

Pero estamos hablando de los cobardes por omisión, aquellos que no actúan cuando deberían hacerlo porque saben que deberían hacerlo, y hemos dejado de lado a los cobardes por acción, violadores, aprovechadores, asesinos seriales, ladrones callejeros, bandas que se echan sobre indefensos.

¿Pero no será también que nuestra civilización genera, por otro lado y en un sentido "respetable", cobardía al quitar espíritu de aventura, a exacerbar el deseo de seguridad, a evitar lo diferente? Será tal vez que todas las selvas han sido recorridas y todas...

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