'No quiero verles la cara'

AutorMarcela Turati

REFORMA/Enviada Chenalhó / Chiapas Lo más difícil para los desplazados de Acteal no fue la caminata de hora y media en la madrugada para ir a votar a Canolal. Lo duro fue encontrarse con que los funcionarios de casillas eran las personas que identifican como los que masacraron a sus familiares, las que los corrieron de su lugar de origen.

eso, en cuanto los vieron, se escondieron detrás de los dos cuartos de madera que sirven de escuela primaria. Comentaban asustados que el que cargaba las boletas prestó dos cuernos de chivo para asesinarlos, que el que instalaba la mesa estuvo vestido como militar, que todos ellos eran paramilitares priístas.

Desplazados y paramilitares se encontraron juntos, después de tres años de la matanza de la que todos fueron actores, reunidos por un padrón que los consideraba todavía hermanos, vecinos, amigos.

Tuvieron que salir a votar porque en esta ocasión el Consejo Estatal Electoral no quiso instalar una casilla especial en sus campamentos.

"No quiero verles la cara, siento bien feo. Masacraron mucho, no estamos viviendo en nuestras casas, vivimos de prestado por culpa de ellos", reconoció angustiado Andrés Pérez, un tzotzil expulsado de la comunidad desde que se hizo miembro de la organización civil "Las Abejas", vinculada a la Diócesis de San Cristóbal.

Desde hace tres años Andrés vive con su familia en el cerro de enfrente, donde lo acogió la comunidad de Acteal. En cambio, su hermana y su tío decidieron quedarse en Canolal "porque son priístas", explicó.

A lo lejos supervisaban el encuentro tres miembros de la Policía estatal, acomodados tras una barricada de costales, dispuestos ahí desde que se instaló ese puesto de vigilancia tras la masacre de 45 hombres, mujeres y niños, en el hecho más vergonzoso de este sexenio ocurrido el 22 de diciembre de 1997.

Salen de sus escondites

A las ocho de la mañana ñ"hora de Dios, no del centro", como dicen los tzotziles-, los desplazados comenzaron a salir de sus escondrijos y a extenderse sobre la cancha de basquetbol de Canolal.

La mesa directiva, en vez de permitirles votar para que regresaran pronto a su campamento (como lo tenían planeado), por cuestión de "usos y costumbres" comenzó a llamar por altavoz y en orden alfabético a cada uno de los 573 empadronados.

"Marcela Arias Méndez... Mariana Arias Hernández... Juana Pérez Hernández.... Mariana Arias Méndez", repetían interminentemente por los dos altavoces, hasta obtener respuesta.

El trámite se volvió lento...

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