Noche y Día/ Big Brother: No quiere ser zombie

La llegada tardía a México del programa televisivo Big Brother ha provocado cierta polémica cuyas vertientes significativas son dos: 1) el impulso conservador de un Cártel de Anunciantes que ha intentado obstaculizar la difusión de este programa en nombre de los valores familiares; y 2) la trivialidad receptiva del público legible en los comentarios de los propagandistas o de quienes se ha ocupado del tema en diversos foros.

De inmediato, salta a la vista el impulso moralizante de grupos reaccionarios que consideran a la audiencia como un permanente menor de edad al que se debe proteger de los riesgos del mundo, demonio y carne.

En este litigio de la Hipocresía contra el Mercado, los dueños del capital revelan un conflicto de interés bastante esquizofrénico: los contenidos No son negociables cuando se trata de consumar la mayor ganancia; los contenidos sí son negociables cuando se trata de consumar la mayor ganancia. Se llega a pensar que el gasto en tantos desplegados y presiones en foros legislativos contra las explicitaciones en la pantalla chica obedece a un maquiavelismo bien dirigido: nada ayuda más a un producto que el hecho de que salga a la luz rodeado por el escándalo.

Aunque, en el fondo, sería atribuirle demasiado a quienes aún actúan a partir de una mentalidad primaria con fe de carbonero: ciega, torpe, estrecha y premoderna.

No deja de ser contradictorio que, mientras el Cártel de los Anunciantes combate la desnudez y la intimidad como mercancías visuales, se permita aquí y allá no sólo la desnudez de cuerpo entero, sino las situaciones de franco erotismo o excitación de los sentidos en la publicidad comercial: nunca como ahora se había atestiguado en la pantalla chica tanto despliegue feliz de imágenes sexuales.

A menudo se escucha referir la novela de George Orwell 1984 como el aviso profético de lo que se vive en la realidad contemporánea, pero conviene clarificar que el reino de la imagen planetaria al inicio del Siglo 21 poco tiene que ver con los temores o admoniciones orwellescas. La fábula de la novela 1984 se refiere a una crítica del totalitarismo colectivista y la omnipotencia del Estado contra la libertad de las personas.

En esta época posmoderna o tardocapitalista, el triunfo del Mercado contra la preeminencia del Estado obliga a pensar en otros términos ciertos fenómenos culturales al estilo del programa Big Brother, que se inscribe más allá de plagio oportunista de un título ya clásico de la literatura...

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