Noche y Día / Los Jóvenes Sin Futuro

AutorSergio González Rodríguez

La sacralización de los jóvenes sucedió 30 años atrás en México, como a lo largo y a lo ancho del mundo. En esos años fundadores, nació y se difundió a la sociedad la imagen de la multitud en las calles, la toma de conciencia política, las adscripciones a los ideales universitarios, la búsqueda de las libertades -en las que el cuerpo era un puente fluido-, el descubrimiento de la música de rock como entrada a la toxicomanía y la contracultura -libros de pensadores extremistas, antiautoritarismo, cercanía a las filosofías orientales, etcétera- y el dispendio callejero de pintas o consignas. Un mecanismo integral que memorizó convicciones generacionales hasta el desgaste y la inermidad.

A partir de entonces, la tendencia juvenil se convirtió en elogio del juvenilismo, enfoque degradado y mercancía redituable de la industria cultural que incluyó el anhelo de una adolescencia eterna. Por primera vez en la historia, todos éramos o debíamos ser jóvenes para siempre. Se construyó un privilegio imaginario que al paso del tiempo resultaría un oprobio verídico.

Ahora, tales fenómenos están vigentes, pero al verse desprovistos del contexto que les dio origen, tienden a repetirse, adaptados a las exigencias ideológico-políticas del momento, como meros actos rutinarios que reflejan un creciente desánimo entre muchos, producto de los contrastes entre la realidad y las expectativas. La sociedad se ha hecho más compleja, y si bien las libertades se han acrecentado en México, la desigualdad ha reducido el acceso al bienestar de la mayoría de estos jóvenes. Así como la sociedad ha marginado a la pobreza extrema a cerca de 40 millones de personas, ha expulsado a los jóvenes de su horizonte colectivo, al mismo tiempo que les ha hecho creer que encarnan "la riqueza" del país, o son su capital hacia el porvenir.

Nunca como antes, los jóvenes en México -de entre 15 y 24 años de edad- habían enfrentado como ahora la certeza de no tener ningún futuro. Se trata de 20 millones 300 mil mexicanos, que provienen de hogares cuyos ingresos en los últimos dos décadas son casi invariables, que tienen en promedio una escolaridad de segundo de secundaria y una tasa de desempleo promedio de 12.5 por ciento, mientras la del país es de 5 por ciento. Es decir, 5 millones de desempleados (Ivonne Melgar, "El futuro que no llega", REFORMA, 3 de enero del 2000). No hay futuro para ellos. O sí lo hay: la esperanza inmediata del voluntarismo político, el apego a la causa maximalista...

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