Noche y Día / La prosa como revólver

AutorSergio González Rodríguez

Después de escribir una obra maestra como Mis rincones obscuros, ajuste de cuentas con su niñez, el asesinato sexual de su madre y el entendimiento del pasado íntimo o colectivo en tanto génesis de una trayectoria de escritor, el estadounidense James Ellroy parecía destinado en los libros siguientes a la mera calca de sus obsesiones, que retrató en forma extraordinaria en sus novelas sobre la ciudad de Los Ángeles, California, por ejemplo, El gran desierto, L.A. Confidencial o La Dalia Negra.

Con Destino: la morgue, que publica ahora en español Ediciones B como la mayor parte de su obra -compendio de crónicas publicadas en diversas revistas a lo largo de los últimos años-, se puede atestiguar que no sólo la reproducción de los fantasmas interiores permiten a James Ellroy continuar su trayectoria, sino que se atreve a desarmar hasta el detalle la naturaleza de su propia vida y la ciudad que la contiene. Y entrega así un libro que asombra por el grado de sarcasmo integral -una vía para desprenderse del lastre egomaniaco- con el que el escritor actúa incluso contra sí mismo. Un fervor que rechaza el ornato del patetismo confesional.

Describe James Ellroy su raigambre: "Yo veía L.A. con ojos de nativo. Nunca lo contemplé como una tierra extranjera cuya crónica hacían los escritores de fuera. Crecí allí, tamicé datos y los transfiguré al estilo de los niños. Se trataba de morbos diversos. La corrupción y la obsesión eran sus hilos conductores. Mi metier fue el noir infantil. Viví en el epicentro del film noir, desarrollé mi propia cepa de morbo raro. Era puro L.A. Era arrojo angelino por una razón: yo negaba la existencia de un morbo que no fuera de L.A.".

En Destino: la morgue, ficción y la realidad son una y la misma cosa, la voracidad vitalista se vuelca sobre el presente o el pasado y configura un balance acerca de la inutilidad de la esperanza en el mundo posturbano y pluriétnico de Los Angeles, construido sobre la consabida explotación de unos respecto de otros, la cual se disfruta como el único paraíso posible aquí y ahora: violencia, muerte, sexo, narcosis, placer, dolor. Los móviles humanos reducidos al absurdo.

Allí resuena la certeza de un principio luciferino que definió Howard Bloom en su inquietante obra The Lucifer Principle: "Entre los seres humanos, los grupos han sido muy a menudo los resortes primordiales. Es su competición lo que nos ha conducido a la inexorable ruta hacia los más altos grados de orden. Esta es una clave del...

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