Noche y Día/ Etica y estética del guerrero

AutorSergio González Rodríguez

El accidente como narrativa. Si Ridley Scott fuera historiador, ya habría escrito un tratado sobre el accidente como causal histórico. Sus películas, lo mismo Alien, Leyenda que Bladerunner, están insertas en un estudio sobre el accidente que trastorna el flujo de lo previsible. Su enfoque historiográfico -y por ende su narrativa- aduce una sobrevaloración del acontecer que desafía los deseos o expectativas de sus personajes.

Ya sea el encuentro en el espacio sideral con una entidad biológica inteligente que se vuelve una amenaza contra el género humano, el ataque de las fuerzas del mal al Unicornio que rompe el mundo arcádico, o la conciencia de la vida y el tiempo en un grupo de androides que se rebelan contra sus creadores, Ridley Scott elabora una minuciosa metáfora de las vicisitudes de los hombres y las mujeres ante el azar.

Al igual que la navegante Ripley de Alien, el guerrero Maximus de Gladiador enfrentará el sendero aquetípico del héroe: la proscripción, la huida, el regreso, la venganza. En ese trayecto, el triunfo aguarda como un don emanado de la forja del carácter.

La película se entrega a este relato: durante los últimos días de su reinado, el emperador Marco Aurelio provoca la cólera de su hijo Commodus, porque decide abdicar en favor del general Maximus, que ha logrado sofocar la rebeldía de los bárbaros germanos en un confín del imperio. Antes de que aquello suceda, Commodus mata a su padre y ordena la muerte del general y su familia. Pero éste sobrevive debido a su destreza. Y comienza una lucha contra la adversidad, que lo lleva de ser un prófugo, luego asumirse esclavo, gladiador y, por último, encarar el desafío contra Commodus.

Contagiado del estoicismo que rezuma la historia de David H. Franzoni, John Logan y William Nicholson, trasunto de los Pensamientos de Marco Aurelio que le dan tono y estilo al espléndido juego de los diálogos, Ridley Scott le otorga dignidad a este género de Hollywood que alcanzó celebridad una generación atrás, aunque escasa fortuna artística, con los filmes de Cecil B. DeMille. En Gladiador se asiste a la maestría visual del director de 1492, su tino para construir edificaciones dramáticas a partir de un entendimiento arquitectónico de las películas.

No sólo se observa en Gladiador un despliegue de escenarios majestuosos, de hechizo ante la grandeza de las edificaciones del imperio romano, su esteticismo militar, su manejo solemne de los símbolos, sino que la presencia de los actores y el...

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