La noche negra del América

AutorSergio Guzmán

En la cancha se sentía que en cualquier momento caería el segundo gol del América y con ello se consumaría su pase a los Cuartos de Final de la Copa Libertadores, o al menos que el marcador no se movería y que llegaría hasta la definición por penales frente al Sao Caetano brasileño.

A nadie, de los integrantes de la plantilla azulcrema, le pasaba por la cabeza que la escuadra brasileña podía salirse con la suya del Estadio Azteca.

Muchos menos se imaginaron lo que ocurriría al término del encuentro. El "Azulao" conquistó el empate a uno, se llevó la serie con un 3-2 en su favor, y provocó a los americanistas, que no supieron controlar su calentura y desataron un broncón.

Reinaldo Navia fue quien se encaró primero con el portero Silvio Luiz, quien lo descontó. Cuauhtémoc Blanco, que observó los últimos minutos detrás de la portería norte luego de ser expulsado, entró al quite del chileno.

Desde la banca llegaron Germán Villa y Frankie Oviedo para repartir leña, junto con Duilio Davino y Hugo Castillo que estaban dentro de la cancha y pronto corrieron para dejarle un recuerdito a los brasileños.

Guillermo Ochoa también apresuró su paso desde el banquillo para separar a los rijosos. A la distancia, Leo Beenhakker contemplaba la gresca con las manos en el rostro.

Vino la invasión a la cancha por parte de decenas de aficionados del América, que generó miedo e incertidumbre en todos los jugadores.

Más o menos se tranquilizó la cosa. Blanco le dio la mano a algunos brasileños, mientras Anderson Lima quería zafarse de un utilero que lo tenía bien agarrado para ir tras el 10 de las Águilas.

Ya en el vestidor, Blanco entró pateando lo que se encontraba a su alcance, síntoma de la rabia e impotencia que sentía por la eliminación. "Me lleva la chingada", dijo entre dientes.

Antes, Navia también mostró su coraje por no haber avanzado más en la Libertadores. El manoteó en su casillero, y maldijo al Sao Caetano.

Más tarde, Beenhakker también entró al vestuario y pidió ánimo a sus jugadores, pero su amargura reflejada en la cara no convenció a nadie.

Bajó el presidente Javier Pérez Teuffer y de inmediato regañó al plantel no solamente por la derrota, sino por su actitud tras la misma. Se acercó a Blanco y le comunicó que sería sancionado por su participación en la trifulca.

Se bañaron prácticamente en silencio, uno que otro hizo comentarios sobre la golpiza, pero el ambiente ahí adentro era demasiado tenso.

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