Por el noroeste michoacano

AutorEdgar Anaya

Montañas y valles, cuencas y sierras alternan -pareciera que sin final- en esta región llenita, repleta de atractivos no sólo variados sino también interesantes; no sólo modernos, también muy antiguos; no sólo surgidos de la naturaleza, también de la profunda creatividad humana, muestrario de los distintivos contrastes de Michoacán.

Montañas que huelen a pino en Patambán, valles con fragancia de fresa en Zamora, olor verde de caña que se respira en Los Reyes, agua caliente que sube sola hasta 30 metros en Ixtlán, y fría y cristalinísima en el lago Camécuaro.

Elíjase la ciudad de los dulces, Zamora, como base de operaciones y se tendrán en los alrededores varios atractivos por visitar, y además, cercanos.

En una escapadita se puede conocer la Cañada de los Once Pueblos, un pequeño valle que corre de este a oeste en el borde norte de la Meseta Tarasca. En 12 kilómetros de largo se distribuyen 11 encantadores pueblos: Chilchota, Urén, Tanaquillo, Acachuén, Santo Tomás, Zopoco, Huáncito, Ichán, Tacuro, Carapan y San Juan Carapan. Varios destacan por los rincones de foto con que cuentan y por los productos que elaboran: bordados, cerámica, muebles y otros.

En Chilchota como en los pueblos vecinos, el trigo y por tanto el pan, tuvo fuerte arraigo desde la Colonia, pero desde hace 60 años lo que ha dado fama al lugar son los muchos talleres de azahares, ramos, coronas y tocados de cera para bodas, primeras comuniones y otras fiestas.

Los productos y paisajes de Ocumicho, Patambán y Camécuaro son ya un símbolo de Michoacán. El aspecto de Ocumicho, su paisaje pintoresco y la gracia de sus figuras de barro no podrían ser más angelicales a pesar de tratarse de la tierra de los diablos. Este pueblo alfarero, como tantos otros de la región, se volvió famoso cuando el diablo comenzó a pasearse por sus calles, esto es, cuando principalmente sus mujeres comenzaron a elaborar sus coloridos y juguetones diablitos de barro, más llenos de ternura que de maldad, conocidos hoy incluso en el extranjero. La huatápera del pueblo (iglesia del Siglo 16 donde los frailes evangelizaban e impartían talleres a los indígenas) no es muy conocida, o menos que otras, como la de Uruapan, pero no por ello es menos interesante.

Un poco adelante de Ocumicho se encuentra Patamban, sumergida entre las montañas de la sierra del mismo nombre, cuyo verdor compite con el de su cerámica vidriada o engretada. Son famosas las poncheras con forma de grandes piñas verde oscuro y brillosas...

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