Muy del norte

AutorEmmanuel Millanes

FOTOS: Iván Serna

TULA, Tamaulipas.- Hay lugares que, tal vez, aprovechan el nombramiento como Pueblo Mágico para convencer a más turistas de que los visiten, pero a Tula el título le queda a la perfección.

El termómetro marca 28 grados, aunque apenas y se desciende del autobús, se puede percibir un aire fresco que aminora el calor e invita, de inmediato, a explorar el pueblo. Y es el clima una de las primeras virtudes que destacan sus habitantes.

"La temperatura es muy agradable todo el año, es un clima mediterráneo. Todos los días, a partir de las tres o cuatro de la tarde, empieza a soplar un viento muy rico", afirma Norma Lara, encargada del restaurante-bar El Casino, antiguo Casino Tulteco.

Tula está rodeado de cerros, y a pesar de que sólo uno es conocido como Cerro de la Cruz, todos tienen una cruz en la cima, algo que, según los tuleños, mantiene alejada la maldad y, al parecer, hasta los efectos del mal clima.

Incluido en el programa de pueblos mágicos en 2011, el pueblo se sitúa en un área en la que convergen el paisaje boscoso y el desértico, a poco más de cuatro horas al noroeste de Tampico. Fue fundado en 1617, lo que lo convierte en el municipio más antiguo del estado, y es el único de la entidad que está conformado por barrios y no por colonias.

Desde la Plaza de Armas, donde destaca un quiosco de acero fundido del Porfiriato, se aprecia una estatua del fundador, el fraile franciscano Juan Bautista de Mollinedo, y, a un costado, la Iglesia de San Antonio de Padua.

Ésta es una de las casi 500 construcciones con más de un siglo que presume el pueblo y que incluyen la Casa de la Cultura -antes Casa Minerva-, la Capilla del Rosario y la Capilla del Señor de las Angustias, entre otras.

A pesar de que no es fin de semana, Tula se siente lleno de vida. Niños suben y bajan corriendo por el quiosco, mientras que hombres y mujeres caminan sin prisa por la plaza o platican sentados en las bancas, al tiempo que el acordeón de la música norteña retumba en los carros que van pasando y las guitarras de los tríos se escuchan en algunos de los negocios.

De pronto, el reloj inglés que adorna el campanario de la parroquia suena en punto de las 16:30 horas. El reloj está programado para sonar cada 15 minutos, aunque, en ocasiones, no ocurre así, debido a una falla.

La historia de esta reliquia se remonta a 1889, cuando los locales recaudaron fondos para comprarlo y, con el apoyo de Carmen Romero Rubio, segunda esposa de Porfirio Díaz y oriunda...

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