Octavio Paz en su biblioteca

AutorAurelio Asiain

AURELIO ASIAIN

ESCRITOR

Siempre me pareció curioso que después de subir en el ascensor, y apenas traspuesto el umbral, hubiera que bajar una escalera, desandando el ascenso. Había ya allí, tras la puerta de entrada, algunos libros, y luego los peldaños conducían a una sala que, cuando menos en mi experiencia, nunca sirvió sino de brevísima antesala. Fue allí donde se encendieron las llamas que, a fines de 1996, consumieron piezas de arte, unos cuantos libros y el lomo de muchos más, sin bajar a la recámara ni al taller de Marie Jo y sin seguir al estudio de Octavio, al otro lado de la terraza a la que daba la sala y que albergaba la mayor parte de sus libros. Era allí donde recibía y allí fue donde más veces lo vi.

No era una biblioteca desmesurada, como la de Alfonso Reyes, ni exhaustiva y meticulosa como la de José Luis Martínez. Tampoco tenía las dimensiones considerables de la de Alí Chumacero y era considerablemente más reducida que la de Jaime García Terrés. Paz no acumulaba libros: se deshacía de los que no volvería a abrir. Tampoco era un coleccionista -no tenía fetichismos- y no guardaba grandes joyas bibliográficas, aparte de las ediciones decimonónicas que habían pertenecido a su abuelo, en cuyas páginas se aficionó a la lectura y descubrió la poesía y la historia, y unos pocos volúmenes más antiguos que usó cuando escribía su estudio sobre Sor Juana. Aunque nunca lo dijo -reacio a las efusiones sentimentales-, supongo que todos estos le eran entrañables y que su daño precipitó el fin de su vida. Pero eran recuerdos. Los libros que leía estaban en su estudio.

Naturalmente ocurría con frecuencia que, durante la conversación, viniera a cuento tal o cual poema, y entonces él tomaba el libro de los estantes, buscaba la página y empezaba a leer. No era un histrión ni tenía una voz atractiva, pero le emocionaba leer en voz alta y lo hacía absorto y con viveza, haciendo uno con lo que leía. "Es magnífico, ¿no le parece?", decía al resurgir, alzando las cejas, admirado.

A veces tardaba en dar con la página que le interesaba y tenía que recurrir al...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR