Ofrenda sensorial en la Huasteca
Autor | Salatiel Barragán |
Fotos: Salatiel Barragán
En todo el País, los días 1 y 2 de noviembre, días de Muertos, son fechas para convivir con la muerte, en un encuentro para que los vivos recen, bailen y rían junto a espíritus que han atravesado el umbral que separa ambos mundos. Es un culto donde vida y muerte se mezclan frente a los altares, y es en los panteones donde se aprecia la magnitud de la celebración: abunda el color, la música, la comida y las bebidas.
En la Huasteca, una amplia región de Hidalgo, Veracruz y San Luis Potosí, el llamado Xantolo (Chantolo) inicia con festejos desde el 31 de octubre, cuando se recibe con pétalos blancos a los "angelitos" o niños muertos; sigue con la "Fiesta de Todos los Santos" o "Fieles Difuntos", cuando tiene lugar un impactante ritual que conjuga gran simbolismo espiritual. Además, en la noche del 2 de noviembre se coloca en la calle o camino una ofrenda al "ánima sola", destinada a quienes en vida no tuvieron familiares. Otras celebraciones similares muy conocidas son las de Mixquic y Tláhuac en el DF, el Istmo de Tehuantepec en Oaxaca y Pátzcuaro, Janitzio y Tzintzuntzan en Michoacán.
Las ofrendas en las casas de Huejutla, Hidalgo; Chiconamel, Veracruz, o Xilitla, San Luis Potosí, están formadas por bellos altares adornados con cempasúchil. Aquí destaca la estructura del arco hecho con caña de azúcar o ramas de alguna planta de la región, que se cubren con palmillas y flores de mano de león, bojolillo e izote, y de él cuelgan mandarinas, naranjas, plátanos y otras frutas tropicales. Bajo el arco se coloca la mesa con un bello mantel bordado, donde se pone la comida, aguardiente, cerveza y pan que en vida disfrutaba el difunto. El altar es adornado con fotografías de parientes muertos e imágenes de santos, se quema copal en sahumerios y encienden velas de cera que se elevan sobre animales de barro o clavadas en un tronco de plátano.
El aromático olor del copal o el sutil aroma del café de olla y de los tamales recalentados invitan a entrar en todas las casas, donde el visitante es recibido con hospitalidad y regocijo, porque representa simbólicamente las almas de familiares muertos. En cada casa, de barro y palmas, zacate y troncos o material perenne, las puertas están abiertas para saborear un pan con chocolate o café caliente; es una seducción participar de estas tradiciones ancestrales. En esta época del año, de días grises y tierra mojada por la llovizna incesante, es grato sentir el cálido interior del hogar...
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