Ojo Clínico / Pederastia, pedofilia

AutorEnrique Goldbard

Un tema del que, hará apenas algunos años, muy poca gente se hubiera atrevido a hablar, se ha convertido ahora en comidilla de todos los días; una comidilla, por cierto, bastante repugnante.

No se trata de cerrar los ojos ante la abrumadora evidencia de la dispersión epidémica de la pedofilia -la que probablemente se encontrara confinada, desde la antigüedad, de forma endémica en diversas comunidades, no necesariamente de manera clandestina-, se trata de despojar de esta cáscara de tergiversación, de información superflua, de banalidad política, a una manifestación evidente del deterioro y de la decadencia de una sociedad embrollada, cuyas autoridades -de la religión, de la política y del dinero- resultan ser soeces, prepotentes e hipócritas.

Valdrá la pena, inicialmente, distinguir entre pedofilia y pederastia, aún siendo ambas manifestaciones de la misma conducta.

La pedofilia se encuentra incluida en la categoría de las parafilias (atracción anormal o antinatural) y se puede definir según el Manual de Padecimientos Mentales, cuarta edición (DSM-IV) de la Asociación Psiquiátrica Americana, como el "acto o fantasía de participar en actividades sexuales con niños prepúberes, como método preferido o exclusivo de lograr satisfacción sexual". Además: "Un adulto que se involucra en actividad sexual con un niño, está incurriendo en un acto criminal e inmoral, que nunca debe considerarse como una conducta normal o socialmente aceptable".

La pederastia, ajustándose a esta descripción, no sería más que un tipo de pedofilia aunque entre hombres, uno adulto y el otro niño; conceptos diferentes ciertamente a la luz de consideraciones históricas o sociales, si bien iguales para la ley o para la psiquiatría, tanto así que ahora se prefiere emplear el término "pedofilia homosexual" en vez de pederastia.

La pedofilia puede circunscribirse al simple voyeurismo de niños desnudos, a caricias sexuales, sexo oral, masturbación, etcétera, porque en muchos casos, los pedófilos no demandan la penetración y no tratan de forzar sus intenciones sobre el niño. Se valen, más bien, de engaños, persuasión y amistad, con abiertas manifestaciones de ternura y afecto.

Es difícil establecer un perfil psicológico del pedófilo, debido a que los perpetradores...

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