A ojo de pájaro / La Zona Rosa III

AutorGuadalupe Loaeza

Tenemos que despedirnos de la Zona Rosa. Con toda la tristeza de nuestro corazón, le diremos adiós a una época y a un lugar entrañable para seguir con nuestros recorridos dominicales por otros rumbos de la ciudad. Pero no podemos decir adiós a la Zona Rosa de otros tiempos, sin mencionar a un personaje que todos los días la recorría, que todo mundo conocía y le temía. Eran proverbiales su malhumor, su maquillaje exagerado, su ropa de colores, su gesto agrio, pero, sobre todo, su gran rizo sobre la frente. Otro aspecto que la caracterizaba era que siempre hablaba en verso. Todo, hasta tomar el taxi y pedir un café, era capaz de hacerlo con décimas. Me refiero a Pita Amor. Estoy segura de que muchos, en el fondo, la añoran. En realidad, no muchos, sólo los que tienen nostalgias "rosas". Porque Pita era un símbolo, una mujer que rompió con todos los prejuicios de su tiempo. Me la imagino caminando por el Paseo de la Reforma, con su abrigo de pieles, la tarde que decidió entrar a la misa de la Votiva. Dicen que abrió su abrigo y que estaba completamente desnuda. Dijo: "Contémplenme, ¡soy una Diosa!".

Nadie como su sobrina Elena Poniatowska ha escrito tanto sobre ella, sus desplantes, su infancia y sus poemas. En una de sus crónicas, la retrata cuando todavía paseaba por la Zona Rosa: "Al final de sus días, la reacción de los espectadores ante su extraordinaria megalomanía era la risa. Si me invitas una copa, te hago un soneto. En la Zona Rosa, que frecuentaba a diario, le tenían miedo los anticuarios y los visitantes de las galerías de arte. Impactaba su temperamento desbordante; no era difícil descubrir en Pita Amor la imagen viva de los estragos que provoca la falta de autocrítica. Hacía dibujos del tamaño de una baraja y los tendía en los restaurantes: Son 25 pesos. Caminaba por las calles de Génova y de Amberes, con sus anteojos de fondo de botella y su rosa parada en la cabeza como una antena y la llamaban La abuelita de Batman. A Carlos Monsiváis quiso agarrarlo a paraguazos". (La Jornada, 8/7/12)

Pero la imagen que yo tengo de ella, mi Pita Amor personal, mi Pita a la que yo le tenía mi propio miedo y al mismo tiempo mi propio afecto, es la Pita que iba a casa a visitarnos sin avisar. Mi madre, doña Lola, la...

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