Olimpismo: Su lado oscuro

AutorJuan Ramon Piña

El temible peleador cubano Teófilo Stevenson pudo haber llegado, sin duda alguna, a cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos.

El vallista estadounidense Edwin Moses conquistó dos medallas de oro y una bronce en su carrera olímpica, pero no tuvo oportunidad de disputar una presea más del bello metal.

Vladimir Salnikov, el gran nadador soviético especialista en fondo, ganó cuatro medallas de oro, pero se le fueron dos más del mismo metal.

El excelente atleta alemán Waldemar Cierpinski se privó de ir por lo que pudo haber sido su tercera medalla dorada en el maratón.

Todos estos grandes del Olimpismo no pudieron ser más, y no porque hayan estado viejos, lesionados, mucho menos sancionados o imposibilitados técnica o físicamente para competir.

De hecho, estaban en la cumbre de su carrera, se mantenían como lo mejor del mundo, pero nada pudieron hacer cuando los dirigentes de sus países antepusieron la política al deporte, imponiéndose los boicots.

Asunto estratégico

Desde su resurgimiento en 1896 los Juegos Olímpicos de la Era Moderna han enfrentado situaciones políticas que amenazaban su nobles causas.

Era común, y sigue siéndolo, que todo mandatario, principalmente los de las naciones más poderosas, enaltecieran las virtudes del deporte y que lo ofrecieran como medio para alcanzar el acercamiento de los pueblos y la paz mundial.

Sin embargo, esos buenos deseos en nada quedaron cuando en el fondo lo que más deseaban era el dominio supremo sobre la faz de la Tierra.

Dwight Eisenhower, presidente de Estados Unidos en el período 1953-61, decía que los Juegos Olímpicos reunían a deportistas de todo el mundo, contribuyendo a una mejor comprensión entre las naciones.

Por el otro frente, Nikita Khrushchev, líder del país de los soviets entre 1955 y 64, aseguraba que la flama olímpica encendía el espíritu de camaradería entre los hombres y contribuía también a la consolidación de la paz.

Y mientras Eisenhower y Khrushchev filosofaban sobre el Olimpismo, Estados Unidos apoyaba la expedición franco-británica al Canal de Suez y la URSS invadía Hungría en 1956.

Calientan el escenario

Quizá mucho antes de llegar al boicot de los Juegos Olímpicos de 1980, Estados Unidos y la URSS tuvieron un primer round de lo que sería una "encarnizada" pelea.

El Comité Olímpico Internacional, reunido en su sesión 75 en Viena, Austria, en octubre de 1974, eligió a Moscú como sede de los Juegos.

El hecho era más que significativo porque Moscú dejaba en el camino nada menos que a Los Angeles, que renovaría su candidatura cuatro años más tarde, ganando la sede para 1984.

Así las cosas, las condiciones para alargar cualquier posible debate en torno a los Olímpicos y política internacional, estaban dadas, por lo menos para los próximos ocho años.

Con escoger a Moscú, el COI, dirigido por el irlandés Lord Killanin, creía poder sostener la famosa universalidad de los Juegos, los que cuatro años antes, en Montreal, Canadá, ya habían...

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