Opinión Internacional/ Chile, Argentina y las Comisiones de la Verdad

AutorFelipe González

Han pasado 24 años desde aquella tarde noche en que llegué por primera vez a Santiago de Chile. En el remozado Hotel Carrera, ocupo la misma posición, frente al Palacio de la Moneda. Recuerdo aquellos instantes y el camino recorrido.

Mi caprichosa memoria me devuelve a la imagen de la plaza en aquella noche neblinosa de septiembre de 1977, cuatro años después del golpe militar que derribó al Presidente Salvador Allende. El toque de queda ha vaciado la ciudad. Ni un alma transita por la plaza. No hay vehículos, no hay peatones, no hay ruidos. Un silencio espeso cubre el espacio. Sólo un semáforo funciona como burócrata mecánico inconsciente de su inutilidad, dramáticamente ridículo.

No podía alejarme de la ventana, de esa visión de la ciudad vacía. Al fondo de la plaza, el Palacio de la Moneda, aún con las señales de la tragedia del 11 de septiembre, fija mi atención. La espera de algún movimiento, de no sé qué señal, se alargaba inútil hacia la madrugada.

De pronto, un vehículo blindado asomó por una esquina del Palacio, lentamente, en una vigilancia rutinaria de la ciudad asustada. Llegó al semáforo, con su carga de uniformes y armas como únicos habitantes del espacio urbano, y el caprichoso burócrata mecánico enrojeció como deseando justificar su misión. La tanqueta se detuvo, rugiendo al ralentí. Esperó el verde y volvió a emprender la cansina marcha por la ciudad vacía, desolada.

Esta noche del 8 de abril contemplo la misma plaza, y tal vez el mismo semáforo, en la esquina del Palacio de la Moneda, restablecido de las heridas. Aquella esquina por la que apareció el blindado está llena de tráfico de los que vuelven del fin de semana, de peatones que regresan o van con la indolencia del domingo por la noche, dando sentido al semáforo en movimiento.

La plaza es de nuevo el espacio público ocupado por ciudadanos que tal vez la hayan olvidado, o jamás la hayan visto bajo toque de queda. Sólo a un extraño como yo, visitante durante el Gobierno de Augusto Pinochet para rescatar a unos presos a los que no había visto nunca, y de nuevo huésped en este hotel, invitado por el primer Presidente de la transición democrática, bajo el Gobierno de Ricardo Lagos, puede golpear de esta manera el contraste entre estas dos imágenes, para sentir, antes de razonar, el camino recorrido por Chile.

Del escalofriante vacío de aquella noche de Santiago, con el grotesco semáforo y el blindado militar, al espacio lleno de gentes que se mueven, que dan sentido a la...

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