Opinión Internacional/ El Sur del Sur

AutorFelipe González

A caballo entre julio y agosto he vuelto al sur de Tenerife. En esta ocasión de vacaciones postperejil. Hace un año, me invitaron a la conferencia inaugural de la Universidad de Verano de Adeje, pero fue una visita corta, de trabajo, para reflexionar sobre ese fenómeno del que ahora conocemos algunos de sus aspectos más sombríos, llamado globalización.

Casi sin tiempo, probé el sabor de "El Barranco del Infierno", trepé hasta Vila Flor, el municipio más alto de España, ahora lanzado al estrellato por el canonizado hermano Pedro y di un pequeño paseo marino para compartir la curiosidad turística de visitar las ballenas. No había tiempo para más.

Poco amante de las Universidades de verano, aunque cada año recupere algún retraso de viejas y reiteradas invitaciones para participar en un curso, la organización de la de Adeje, dependiendo de la Universidad de la Laguna, me pareció interesante y seria. Más allá del choque que me produjo un protocolo para el que no iba preparado en modo alguno.

Pero, sobre todo, me interesó aquel lugar del sur, de España y de Europa, como un espacio de reflexión sobre los cambios vertiginosos que estamos viviendo. Así lo comenté con el Alcalde, activo defensor del desarrollo de su pueblo y de aquella zona especialísima de nuestra geografía.

Este verano me desquité de la primera curiosidad. La de penetrar en la estética de la zona. Descubrí los rincones, desde el mar y desde la tierra, acompañado por Juan, pescador y marinero, hombre de los que el descanso es también el mar, o guiado por José, agricultor y apicultor, enamorado de barrancos y plantas, sabio en su telúrica relación con la naturaleza. Aprecié paisaje y paisanaje, de manera distendida, sin nada que haya sido compromiso u obligación impuesta.

Así, he vuelto al "Barranco del Infierno", me he bañado en las calas de Los Gigantes -esperando el mediodía para que el sol ilumine sus impresionantes paredes volcánicas- he paseado por Los Cristianos y por Las Américas y he descubierto el frescor pleno de helechos de los pueblos situados al norte de Santiago del Teide. El mojo picón, las papas inigualables y el pescado fresco, desde una cocina excelente, han completado el escenario. En Adeje nunca hemos bajado de los dieciocho ni superado los veintisiete grados.

Pero no sólo es un lugar para el descanso, para el turismo, aunque ambos, turismo y descanso sean posibles como en pocos sitios del planeta y distintos, con esa diferencia que cualifica una oferta. Es...

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