Oscar Levín Coppel / Elogio de lo posible

AutorOscar Levín Coppel

Se habla mucho -aunque quizá no con el suficiente rigor- de la necesidad que tiene el país de avanzar hacia reformas estructurales que resuelvan los problemas de una modernización contradictoria y todavía incierta. Las responsabilidades del Congreso en este plano son enormes. Más aún cuando los electores han decidido, nuevamente, distribuir el poder de manera equilibrada entre los principales partidos nacionales. Se antoja, en este marco, que la condición de mayoría relativa que posee el PRI le alcance para tomar la iniciativa y emprender una reforma que, con toda seguridad, no será la ideal sino la posible. Y habrá que elogiarlo.

El PRI está obligado a tomar esa iniciativa, la que corresponde a una mayoría mesurada y reflexiva. A nadie -o casi nadie- le interesan las declaraciones de principios y los esfuerzos improductivos del puritanismo ideológico. Me atrevería a decir que esos son pasos seguros a la ruina. Lo que necesita el país y parecen demandar los electores, cada vez con más insistencia, es la manufactura política de soluciones viables, posibles, tangibles. Esa es la mejor ruta, sin duda, para recuperar la confianza en los partidos y en sus diputados. Tenemos rato ya atorados en una mezcla de intransigencia, dogmatismo e inflexibilidad, la peor mezcla que puede darse. Debemos dar vuelta a la página.

Y la mejor forma de hacerlo es conviniendo pronto medidas reales de cambio, no quimeras. Empeñarse en supeditar la actual agenda legislativa a la solución de lo que con mayúsculas se define como Grandes Temas propuestos por cada partido, suena a repetición monótona del error. Si la actual legislatura decide, frente a una bifurcación de la ruta, optar por lo ideal y no por lo posible, el resultado será el mismo de los últimos años: una cadena interminable de reclamos mutuos. Mientras los ciudadanos esperan y cultivan su impaciencia. Es evidente que en la práctica será imposible el que un partido logre, apoyado en sus propias fuerzas, sacar adelante un modelo integral, determinado y excluyente. Los grandes problemas nacionales tendrán que ser abordados con un muy saludable eclecticismo. Esto nos pondrá, pienso, en la pista de las reformas posibles. Significa, en resumidas cuentas, combinar propuestas y alternativas. La palabra responsabilidad estará, así, indisolublemente unida a otra: consenso. No hay más.

De este modo, en lugar de contribuir al debate interminable aspiraremos a la obtención de la solución más inmediata. En este sentido...

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