PÁNICO ESCÉNICO / Aires lorquianos en el teatro yucateco

AutorJosé Ramón Enríquez

Amor de don Perlimplín con Belisa env su jardín es una de las obras más complejas de Federico García Lorca aunque aparente ser de las más simples. El propio autor temía la reacción del público ante su finísimo tejido de contradicciones y las trampas tendidas al espectador tradicional. Lo que podría parecer un juguete resulta gran teatro de vanguardia que discurre cara a cara con los clásicos, para faltarles al respeto al tiempo de amarlos con melancólica mirada.

Calderón es, desde luego, su interlocutor. Lorca mismo lo afirmó así en 1933: "Teatro de monigotes humanos que empieza en burla y acaba en trágico. El héroe o antihéroe a quien hacen cornudo es español y calderoniano; pero no quiere reaccionar calderonianamente, y de ahí su lucha, la tragedia grotesca de su caso".

Escuchar a una subversión de El médico de su honra gritar hasta desgañitarse "¡Don Perlimplín no tiene honor! ¡Don Perlimplín no tiene honor!", resulta no sólo una delicia para quienes somos amantes de Lorca y aplaudimos su defensa de cualquier inversión en los lugares comunes. Pero Perlimplín también quiso convertirse en epitafio para un concepto de "españolismo" o "machismo" que lleva muchos siglos ensangrentando suelos y que cruzó, desafortunadamente, el océano para enraizarse en el concepto de "mexicanidad". Lorca no lo consiguió. Al contrario. Fue asesinado por la bala de un "macho" y "españolísimo" en el camino de Viznar.

Pero sí logró un ajuste de cuentas con el teatro de honra en nuestra lengua, e inclusive con la Commedia dell'Arte que hizo del "viejo que casó con mujer joven" un villano, y, por lo tanto, la víctima predilecta de sus burlas, hasta el Cañizares de El viejo celoso cervantino.

Con Perlimplín, Lorca también recuperaba las "aleluyas", lo que hoy llamaríamos nota roja, es decir, el género más bajo del periodismo y del chisme de viejas, para elevarlo hasta las alturas poéticas a las que había llegado ya en el 33. La belleza del texto es en sí misma una delicia insuperable. Dicho esto último con cuidado, porque el propio Federico pensaba continuar trabajando la obra para convertirlo en algo mayor en cuanto tiempo escénico. Es decir, el propio autor quería superar lo que yo me atrevo hoy a considerar insuperable.

...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR