PÁNICO ESCÉNICO / De Numancia al esperpento

AutorJosé Ramón Enríquez

No creo en los Oscares, sistema amañado para comercializar el "show", pero confieso que ahora uno de ellos me ha emocionado. El premio a Javier Bardem y, sobre todo, el momento en que dejó el inglés para referirse a Pilar, su madre, actriz de pura estirpe escénica, y dedicar su premio a "los cómicos de España que han dignificado nuestra profesión".

No pensé en los cómicos de todos los países con nuestra misma lengua y sí, me sentí incluido. "Cosas veredes", decían nuestros ancestros, y aunque en esta ocasión han sido cosas buenas no han dejado de traerme las imágenes de cosas muchísimo peores.

Porque sin ver todavía a Bardem en No es país para viejos, lo tengo en la memoria como el Reinaldo Arenas de Antes que anochezca. Y justo al mismo tiempo en que Fidel Castro, su verdugo, cede el poder a un hermano menor al que poco falta para ser octogenario. Reinaldo sonreiría con su mirada de clara melancolía.

Cuando el neoconservadurismo maquillado de izquierda ha vuelto a poner de moda a Fidel, como el caudillo que enfrentó al Imperio y exigió ser a su pueblo una nueva Numancia, la edad y la enfermedad lo derrumban sin misericordia.

La tiranía de Batista dio la razón a Fidel, la incapacidad de Kennedy lo inventó en Bahía de Cochinos y la estupidez de sus sucesores lo ha mantenido en el poder, no sólo legitimando el crimen sino confundiendo con tragedia lo que, ya desde la aventura del Che en Bolivia, era en realidad un esperpento. Y hoy lo vence la biología.

Al construir su Numancia, la gran tragedia del teatro en español, Cervantes muestra una contradicción que ha sido calvario para nuestros pueblos todos. Presenta el horror de la Guerra ("Hambre y enfermedad, ejecutoras / de mis terribles mandos y severos, / de vidas y salud consumidoras... / No hay para qué de nuevo encareceros / de cuánto gusto me será y contento / que luego luego hagáis mi mandamiento."), pero termina por justificarla "en la dulce ocasión que estén reinando / un Carlos, un Filipo y un Fernando".

¿Es un oxímoron más de Cervantes? ¿Es una ironía que sirve a nuestro autor máximo para evadir la Inquisición, como tantas otras, y, tras el guiño, ofrecer al buen entendedor pocas palabras? No lo sé. Tal vez en sus años...

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