Un país en reconstrucción

AutorErnesto Núñez

TEXTO Y FOTOS: ERNESTO NÚÑEZ

EL CAIRO.- El sol de invierno hace brillar la Plaza Tahrir y da a las construcciones de alrededor un color arena semejante al de las pirámides de Guiza. En medio de la plaza, un muchacho posa para los turistas haciendo con sus manos la señal de la "liberación", justo el nombre de la plaza.

El joven dice llamarse Mohamed -quizás el nombre más común entre los egipcios- y, para posar bien, ha dejado en el suelo una pequeña charola con tres frasquitos de pintura roja, blanca y negra. Detrás de él, la estela construida en honor de los jóvenes que murieron durante la revuelta social de enero de 2011 se ve pintarrajeada con dibujos y consignas escritas en árabe.

Cuando los visitantes se acercan a la Plaza Tahrir, Mohamed los aborda con prisa para pintarles la mano con las tres franjas de la bandera de Egipto. Luego pintará un número 25 en rojo, que quiere decir que el turista debe pagarle 25 libras egipcias, y entregará a cambio una calcomanía con la foto del general Abdel Fattah al-Sisi.

Otras calcomanías con la fotografía de Al-Sisi están pegadas en la estela dedicada a los caídos durante la llamada Primavera Árabe. En la foto, el general se ve pensativo, vestido con uniforme beige, un quepí en la cabeza y la mano en la boca. Abajo, escritos en árabe, están su nombre y una leyenda que es casi una súplica: "Por favor, decide ser presidente. Por el bien de Egipto. El pueblo te está esperando".

En menos de tres años, la Plaza Tahrir ha sido punto neurálgico de las revueltas que derrocaron a dos presidentes. Ahí inició la revolución de enero de 2011 que derrumbó a Hosni Mubarak luego de casi 30 años de gobierno. Y ahí también se concentró la gente que en junio de 2013 exigió la renuncia de Mohamed Morsi, el primer presidente electo democráticamente en Egipto, luego de la Primavera Árabe.

Hoy, el lugar está plagado de jóvenes que, como Mohamed, venden souvenirs para ganarse unas libras.

Al fondo de la Plaza Tahrir se alcanzan a ver el mítico Museo del Cairo, saqueado durante las revueltas de 2011, y, unos metros atrás, la sede del Partido Nacional Democrático (el partido de Mubarak), un edificio incendiado durante la revolución que muestra a los paseantes sus paredes quemadas y sus vidrios rotos, que ya es parte del paisaje, casi como un atractivo turístico. A las fotos en el Río Nilo, en la Torre del Cairo o en las pirámides de Guiza, los visitantes suman la del edificio quemado detrás del museo que resguarda el tesoro de Tutankamón.

Las ruinas del régimen derrocado en la Primavera Árabe siguen ahí, como una señal de que Egipto pudo liberarse de Mubarak, pero aún no logra construir su futuro.

En el jardín que rodea el monumento en la Plaza Tahrir, deambula un vendedor de banderas de Egipto y credenciales con la foto de Al-Sisi. En el frente de ese supuesto documento de identidad aparecen los datos del comandante en jefe del Ejército. Nombre: Abdel Fattah al-Sisi. Dirección: Ministerio de Defensa. Ocupación: salvador de Egipto de sus engañadores.

En el anverso se lee: Masculino. Musulmán. Casado. Y una leyenda: "Eres la más valerosa, mi patria. Al-Sisi es el Presidente del país".

Las credenciales se venden en dos por una libra y el hombre que las ofrece a transeúntes y automovilistas dice haber vendido más de 30 en las últimas cuatro horas.

Los alrededores de la Plaza Tahrir se ven atestados de propaganda del general Al-Sisi: mujeres que cargan su fotografía como si fuera la de un santo; hombres que extienden en la calle puestos para vender llaveros, pósters y tazas estampadas con su rostro como si fuese un artista de moda; camisetas expuestas en las rejas de la estación del metro a lado de las de Supermán, Tutankamón, la llave de la vida y las clásicas de I love Egypt.

La imagen del militar aparece por todos lados: como cartel en la entrada de algunos negocios, en mantas que cuelgan de algunos balcones, en las portadas de los periódicos, en la televisión, en grafitis pintados en las paredes de los barrios más populares y en las de los centros turísticos o en los retenes militares colocados en carreteras y a la entrada de los aeropuertos.

Algunos de esos carteles tienen la foto de Al-Sisi a lado de la de los dos ex presidentes militares más prominentes que ha tenido Egipto: Gamal Abdel Nasser, quien gobernó de 1954 a 1970, y Anwar el-Sadat, que gobernó entre 1970 y 1981. A ambos se les atribuye la construcción del Egipto moderno, con obras de infraestructura e instituciones que perduran hasta hoy.

El fotomontaje busca ser premonitorio: un nuevo militar que dé orden y progreso a un país convulsionado.

Tres años no han sido suficientes para estabilizar a Egipto. Sus actuales autoridades, emanadas del derrocamiento de Morsi, avanzan en una hoja de ruta que tiene como puerto de llegada la elección de un nuevo Presidente.

En enero lograron que 20 millones de egipcios votaran a favor de una nueva Constitución que amplía las libertades, pero al mismo tiempo proscribe los partidos...

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