Paco Prieto / El comentario

AutorPaco Prieto

Se dice que el buen aficionado procura no perder tarde alguna porque cuando menos lo piense se pierde algo memorable. Y la tarde de ayer lo fue en el sentido de que quitando al tercer toro del festejo los otros cinco tenían características de los animales que se lidiaban hace sesenta o setenta años. Asperos y violentos, inciertos, pero pasaban, con la excepción del que cerró el festejo, un real toro asesino que mandó a la enfermería a Javier Ocampo y que Ruiz Manuel aliñó para matarlo al tercer intento.

En la tarde, brilló ante sus dos toros Ruiz Manuel quien dio una merecidísima vuelta al ruedo luego de que, casi por unanimidad, se pidió una oreja que el juez no concedió debido, seguramente, al metisaca que resultó, a la postre, de efectos fulminantes. En el otro saludó desde el tercio también obedeciendo a la voz popular. Alberto Huerta volvió a dar muestras de un valor a toda prueba y de que es un torero-lidiador que llega a los espectadores. Huerta dio una vuelta bastante protestada y la diferencia con Ruiz Manuel es que éste, al valor, añade el señorío y un sólido...

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