El país imaginario

AutorIrene Savio

CORRESPONSAL

Abriéndose el paso entre unos verdes intensos y azules, el avión despliega sus ruedas y se apoya suavemente sobre el suelo. ¡Sorpresa! El país que no existe, sí existe. Chipre del Norte.

Y es que, si bien sólo Turquía reconoce desde 1983 la existencia de la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), esta situación también conlleva ventajas, y una de ellas es que el viajero puede disfrutar de un destino sin contaminación y poca explotación por parte de la industria turística.

La llegada al aeropuerto internacional de Ercan es el primer contacto con el misterioso país. Es una base aérea modesta, despejada de todo lujo y que, a ratos, recuerda aquellas de las más remotas y olvidadas aldeas en América Latina. Pero, aun así, su pequeño hangar y sus pistas dominadas por manchas de grises de diferentes tonalidades desprenden un cierto atractivo estético.

Al visitante no le costará mucho darse cuenta. Del aeropuerto de Ercan se tarda 20 minutos para llegar a Lefkosa (Nicosia, en griego), la capital de Chipre desde el siglo 11.

A la isla de Chipre también se le conoce como la Isla de Afrodita, la diosa del amor, de la lujuria, la belleza, la sexualidad y la reproducción en la mitología griega.

De hecho, buena parte de la fama de la isla se remonta a más de 3 mil años, cuando, muchos han creído, nació justo aquí la celebérrima deidad.

Según la leyenda y el célebre cuadro de Botticelli, de hecho, Afrodita emergió entre la espuma del mar en una playa de arena blanca del sur de Chipre, mientras que en la península de Akamas esta diosa se enamoró de Adonis. Estos sitios sugerentes son muy accesibles para el visitante.

El sol es el habitante más añoso de Lefkosa. Sus rayos intensos iluminan la ciudad la mayor parte del año. Y así acontece cuando llegamos en coche a esta población, que el viajero sólo puede desear visitar si anhela conocer los lugares más remotos y curiosos del mundo. O, claro, si se siente identificado con un pueblo aislado del resto, pero aun así vigoroso. "Como nosotros", dice un turista israelí.

Todo está muy cerca en la ciudad, a una escasa distancia en kilómetros. Por ello, lo más conveniente es dejar primero las maletas en el hotel. Y allí nos encaminamos.

Si no nos dejamos tentar por los numerosísimos casinos que hay en la isla (una de las formas que los locales han encontrado para incrementar sus entradas), lo mejor es dirigirse a pie hacia el centro de la ciudad, donde nos espera un recorrido histórico y cultural por este atípico país.

POR EL CASCO VIEJO

En efecto, las atracciones que ofrece la capital de Chipre del Sur son variadas. Para empezar está la parte vieja, amurallada por un alto paredón de forma circular y 11 bastiones construidos por los venecianos en el siglo 16 para proteger la ciudad de los ataques.

En una de las entradas está la bien conservada Puerta de Kyrenia, que es reveladora porque sus mosaicos delatan que la ciudad ha sufrido la influencia de numerosos conquistadores, primero los venecianos, luego los otomanos y posteriormente los británicos.

En todo caso, este es un buen paso para internarse en las callecitas angostas, casi sin veredas y rodeadas por casas viejas en tonos amarillos, con balcones chicos y mampostería a la vista. Aquí la vida discurre con una lentitud que...

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