Pánico Escénico / Repensar la política cultural

AutorJosé Ramón Enríquez

Mientras el esperpento se convierte en performance para que "la gente" sea quien "decida" si el cacique habrá de convertirse en Gandhi o en Eulalio Gutiérrez; esto es, si debe envolverse en una sábana o dejarse altivos los bigotes, las izquierdas auténticas han comenzado a repensarse.

La ultra debe calcular las posibilidades reales de algún éxito revolucionario, aunque sea mínimo, al agudizar el descontento social que aflorara tras un movimiento pequeñoburgués como el de AMLO, y contrastarlas con las posibilidades de ser infiltrada por intereses que van de caciquismos descabezados al narcotráfico.

Lo que queda en pie del PRD debe buscar la manera de lavarse la cara tras el frenesí lopezobradorista, recoger los restos del naufragio, recomponer las relaciones internas y hacerse de un mínimo programa que ofrecer a sus votantes.

Las socialdemocracias, desde la Alternativa de Patricia Mercado hasta las no partidarias, entre las cuales nos contamos muchos, deben aprovechar a un gobierno de derecha, débil por su bajísima votación y necesitado de "rebasar por la izquierda" tras la crisis postelectoral, para salvar espacios ganados, abrir nuevos y negociar reformas auténticas, urgentes, en lo social, en lo político y en lo económico.

Y precisamente en este punto creo llegado el momento para hablar del arte. Y del arte en su relación con lo social, lo político y lo económico.

No del arte como un adorno más o como simple grupo de presión, sino de un elemento fundamental no sólo para los espíritus sino también para los cuerpos. Al respecto me gusta citar a Terry Eagleton cuando arranca su Estética como ideología con esta frase: "La estética nace como un discurso del cuerpo".

Dejar de pensar el arte al servicio de la política y repensar la política al servicio del arte. Si el arte no existe en abstracto tampoco la sociedad puede existir sin arte.

Esto último no ha sido entendido durante décadas por nuestros gobiernos. "El arte", dicen que decía Gustavo Díaz Ordaz, "es cosa de viejas y de maricones". Corresponda o no la frase al carnicero de Tlatelolco, define buena parte de las políticas sucesivas del "Ogro Filantrópico" y muchos de los nombramientos.

Pongo dos...

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