Partituras del sabor

AutorTeresa Rodríguez

A Gaby Ruiz las rancheras le saben a chapulines y el jazz a queso derretido. Lo suyo no es una ocurrencia, sino una condición neurológica llamada sinestesia, que consiste en percibir con un sentido los estímulos dirigidos hacia otro. Los sinéstetas escuchan colores, huelen palabras o, como Gaby, saborean canciones.

"Desde chiquita, en la escuela, mi mejor amiga -su nombre y su voz- me sabía a leche con anís", recuerda la chef de Carmela y Sal.

La tabasqueña ha aprovechado su cruce de sentidos y su talento al fogón para interpretar en el plato temas de Maya Burns, Aleks Syntek, El Kanka y Monsieur Periné y ahora trabaja en el desarrollo de un método creativo para cocinar canciones.

"Es bien difícil, porque es muy personal. A mí me sabe a jamaica, pero a ti puede saberte a frambuesa; depende de tu país, tus costumbres... pero creo que todos coincidimos en que los tonos mayores dan felicidad y los menores, nostalgia.

"Un tono alto sabe a verano en la playa, a frutos tropicales, cebiche, pescado crudo... Un agudo es acidez, un grave es amargo", describe mientras, entre una y otra frase, hace sonar en su teléfono alguna canción.

El contexto -historia, nacionalidad y estilo- del artista y su canción son el primer paso para definir una paleta de sabores. En una primera escucha la chef se concentra en las emociones que cada estrofa provoca; luego elabora, renglón por renglón, una partitura de sabores.

"Le pongo figuras al sonido y eso ayuda a definir sabores. Los agudos son picos y los graves son redondos", explica.

Para...

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