Pata de perro / Viaje al más allá

AutorAlonso Vera

El año suele comenzar tan espeso como el atole. El planeta entero parece haber sido descubierto y enredado con fibra óptica. La vida se vive detrás de una pantalla de cristal líquido, y sólo nos queda seguir los pasos de otros, aunque con ojos propios. Ya no empaco expectativas. Voy de camino a un sitio que me produce felicidad instantánea, más no efímera, pues atesoro cada instante al amparo de Amatlán.

Del náhuatl "lugar de los amates", sus cerros fungieron como escondite y sanatorio para Emiliano Zapata y sus hermanos en armas. Además, es reconocido por sus temascales, sus tortillas, sus yerberos y por ser la cuna del dios principal del México prehispánico.

Lo visité mucho de niño y le tengo cariño por haberme dado algunos de mis mejores recuerdos.

Durante el trayecto reflexiono que yo de economía sé lo que un ganso sobre lenguajes de programación. Sin embargo, son evidentes sus estragos. Las últimas décadas México ha subsistido gracias a las remesas y la venta del petróleo crudo.

Por una parte dependemos de quienes fueron obligados a dejar sus casas y emprender viajes imposibles. Familias fragmentadas, campos olvidados y pueblos sacrificados a la violencia son los efectos secundarios.

Por otra parte, vender petróleo crudo me parece como ofrecer únicamente masa de nixtamal en un puesto de quesadillas. Así, sin cocinar. Sin queso, chicharrón, salsa, chesco, ni sonrisas.

Una tercera fuerza es, por supuesto el turismo. Estamos muy orgullosos ya que somos uno de los 10 países más visitados, según la Organización Mundial del Turismo. El problema es nuestra incapacidad para vender otra cosa que no sea "sol y playa", pues aún cuando recibimos más de 29 millones de personas al año, son turistas que gastan poco y desgastan mucho sin impulsar el progreso social o salvaguardar nuestras culturas y ecosistemas.

La antropóloga Carmen Cook cuenta que una mañana así, pero del año 823 d.C., nació Ce Acatl Topiltzin frente del sitio en donde me bajo del camión. Fue criado por sus abuelos y a lo seis años llevado a Xochicalco, la escuela de más prestigio en Mesoamérica...

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