Pata de perro / Viaje interior hacia Dubrovnik

AutorAlonso Vera

Navegar por aguas internacionales es ir por lugares de nadie. En ese territorio indómito en el que se transforman los océanos, la mente cuestiona lo que da- ba por hecho quedando sólo un profundo vacío. Las costumbres comienzan a oxidarse y la imaginación vuela al vaivén de las olas.

Se presentan momentos en los que no hay nada qué hacer, mas nada queda sin hacerse: los espacios en blanco se rellenan con nuevas conjeturas luego de profundas reflexiones. Esta es una de las grandes medicinas que suministra viajar en barco.

Y conozco a muchos viajeros que han descubierto que ese efecto se convierte en algo adictivo, la excusa para internarse más profundo es llegar más lejos. Una de las mejores es la de San Brandán, el padre de los marinos, quien es para muchos -incluyendo el capitán del transbordador que me permitió ingresar al puente de mando camino hacia Dubrovnik-, el mejor navegante de la historia y el primer europeo en llegar al Continente Americano.

El paraíso en la Tierra

El capitán narraba, mientras fundía su mirada en las cartas de navegación, que una mañana como ésta, pero de hace 1495 años, se hacía a la mar el Abad del monasterio de Clonfert, actual capital del condado de Galway, Irlanda. Acompañado por 14 monjes y tres peregrinos, su navío hallaba vientos propicios para emprender un viaje que se tornaría legendario. Pasó siete años, junto con los otros hombres, a bordo de una barcaza tipo curragh en busca del paraíso en la Tierra, y aunque no lo hallaron, vivieron aventuras que han traspasado la espesa membrana de la historia. Ambos recordamos con emoción aquella historia en la que, luego de celebrar la misa de Resurrección sobre una isla, deciden encender un fuego y descansar, sólo para descubrir que se trataba en realidad de una ballena un tanto descontenta por la pira en su dorso.

Tras el encuentro con el cetáceo de nombre Jasconius, y de muchas otras situaciones como avistar torres de cristal y visitar islas de fuego, Brandán culminó su periplo internándose en lo que hoy llamamos América. Para conmemorar la travesía del ahora santo, el capitán me contó que cuatro irlandeses, comandados por Tim Severin, construyeron un barco similar al de los antiguos...

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