Patricia Pineda/ 'Dama del arte contemporáneo'

AutorPatricia Pineda

Me confieso culpable de haberla dejado ir sin arrancarle sus secretos. Culpable siendo crítica de danza de no seguir su trayectoria ni siquiera para corroborar el profundo desagrado con que la danza miraba sus "comerciales éxitos". Es necesario decir que cuando la historia de la danza escénica mexicana ha sido la del patito feo entre las otras artes, Amalia Hernández logró inventarse siempre cuentos de finales felices en el Palacio de Bellas Artes.

Amalia no pedía becas, las otorgaba. No padeció de ausencias de público, si hay algo en nuestra cultura que no necesita labor de concientización ni convencimiento para atraer espectadores es una función del Ballet Folklórico de México. Tampoco luchó por subsidios y es capaz aún ahora de poner a girar a un centenar de bailarines, músicos y técnicos por México y el mundo. Para muchos países, México empezó a existir en el mapa por una presentación de Amalia Hernández.

Y entre tantos éxitos y bienaventuranzas económicas condenadas en la danza, tanto o más que los best sellers en la literatura, se olvidó el papel determinante de Amalia Hernández como gran dama del arte contemporáneo.

Sin nunca entrevistarla a ella, no puedo dejar de reconocer que para muchos en la danza abrió brecha. Rescato ahora una serie de opiniones que surgieron por otros motivos, otros homenajes y que ahora, a manera de rompecabezas, me develan el espíritu generoso de una mujer visionaria que apostó y sembró disidencias que hoy son grandes nombres del arte contemporáneo.

Amalia Hernández descreyó siempre de las devociones monoteístas y, aunque folklórica, condenó los nacionalismos que no comulgaban con el mundo. Su visión universal del arte le permitió invitar a su escuela a maestros extranjeros que fueron fundamentales en la formación de muchos de nuestros artistas contemporáneos. Toca a ellos saldar esta deuda y no olvidarla en el recuento de sus biografías. En la danza se atrevió a traer maestros de la escuela Nikolais cuando la técnica Graham era para el Ballet Nacional, el camino, la verdad y la vida.

Para Lidya y Rosa Romero, la enseñanza Nikolais fue reveladora y determinante en su oficio de coreógrafas: "Lydia y yo tomábamos cursos de Nikolais con Amalia Hernández. Nos encantó la improvisación. A Guillermina Bravo no le gustaba que fuéramos a contaminarnos con otras técnicas, nos hacía la guerra tremenda. Sus hijos pródigos Jaime Blanc, Jesús Romero y Lidya tomaron los cursos y hubo una apertura".

Hernández fue...

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