Peligro: Basura espacial

AutorAlan Valdez

Si recibir una cachetada con guante blanco es malo, sería peor si el guante en cuestión fuera un guante de astronauta moviéndose a 28 kilómetros por segundo. Esa es precisamente la velocidad que alcanzó el guante que en 1965 perdió Edward White mientras caminaba en el exterior de la nave Gemini 4.

El guante de White permaneció en órbita durante un mes, y no llegó a cachetear a nadie en su trayecto. Tampoco daño a nadie la cámara que se le escapó a Michael Collins un año después, ni la otra cámara, el cepillo de dientes, o la llave de tuercas que se le escaparon después a otros astronautas: Normalmente, estos deshechos errantes regresan a la Tierra y se incineran al entrar a la atmósfera.

Sin embargo, no siempre hay tanta suerte. Por ejemplo, en 1961, en los inicios de la era espacial, un cohete del tipo Able Star explotó por causas desconocidas dos horas después de separarse del satélite al que transportaba. El evento produjo 294 fragmentos lo bastante grandes como para ser rastreados desde la tierra.

"Esos trozos y fragmentos son una verdadera maldición ", dijo el observador de satélites Desmond King Hele, según registra la NASA. "La mayoría permanecerán en órbita durante cien años o más. Va a salir más caro rastrear a los pedazos de chatarra que lo que costó fabricar al cohete." No se equivocaba: Un inventario de basura espacial realizado 30 años después de la explosión registraba todavía a 200 fragmentos del cohete. Y como resultado de múltiples accidentes como ese, se calcula que hay casi cien toneladas de basura orbitando a la Tierra.

La basura en la tierra es fea, y huele mal. La basura en el espacio, mientras tanto, puede ser un peligro mortal, a causa de la velocidad.

Para mantenerse en órbita a 300 kilómetros de la tierra, una nave espacial necesita moverse a 7.7 kilómetros por segundo. Un astronauta que paseando en el exterior de una nave chocara con un fragmento de basura del tamaño de un grano de arena recibiría un impacto equivalente al de un balazo.

Este efecto, por supuesto, también pone en peligro a los satélites y a las naves.

"En junio de 1983, la ventana del séptimo vuelo del transbordador espacial tuvo que ser remplazada por causa de un cráter de 4 milímetros", escribió el consultor de la NASA Donald J. Kessler, en la Historia parcial de la basura orbital. "Cuando usamos el microscopio de barrido por electrones, descubrimos que el cráter tenía titanio fundido en el fondo. Tenía que ser el resultado de una colisión con un...

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