PERFILES Y RASGOS

AutorHoracio Andrade

SER EL CAMBIO

Nadie podría poner en duda que vivimos en una época que prácticamente todos los días nos cambia la jugada. De hecho, varios son los pensadores que a través de sus obras nos han alertado para que no nos confiemos en que las cosas serán como creemos, o como queremos que sean. Tenemos que aprender, nos dicen, a lidiar con la incertidumbre, con la inestabilidad, con el cambio, incluso con el caos.

¿Cómo olvidar la famosa frase del poeta Paul Valéry, que apuntaba que "el futuro ya no es lo que era"?; o la de nuestro más cercano Carlos Monsiváis, que se quejaba de que "o yo no entiendo lo que está pasando, o ya pasó lo que estaba entendiendo". Entonces, una de las competencias más importantes a desarrollar en este siglo XXI es la de aceptar, e incluso aprovechar, cuando esto es posible, la incertidumbre.

Suena fácil, no lo es tanto. De hecho, para muchos puede resultar sumamente difícil porque aceptar y, más aún, promover el cambio, implica ser capaz de cambiar uno mismo. No en balde decía Gandhi que primero tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo. Claro que hay quienes prefieren que la voluntad de Dios se haga en los bueyes del compadre.

El cambio en general se logrará si se aplica un proceso que consta de tres "erres": repensar, reinventar y renovar; si lo que se quiere es ser el cambio, es decir, cambiar uno mismo, la segunda y la tercera erres tienen que ser reinventarse y renovarse.

A reserva de abordar cada erre con más detalle, se puede adelantar que repensar es básicamente un ejercicio de cuestionamiento; reinventar exige el uso de la imaginación vuelta creatividad, y renovar es algo que tiene que ver con la acción. Sin esta última, todo lo anterior no serviría de nada, pero esta última, sin las anteriores, no tendría un sentido.

Finis Terrae

Los seres humanos necesitamos de mapas que nos ayuden a navegar por la vida con cierto margen de seguridad, y eso es muy útil para no perdernos. Pero también tiene, como todo, su lado negativo, que se presenta cuando esos mapas no solo nos dan un contexto, sino también nos imponen límites.

Recordemos aquellos mapas que representaban a nuestro planeta antes de que Colón llegara a América: tenían un fin, el finis terrae, después del cual uno caía irremisiblemente al vacío.

Entonces, nadie se acercaba a esos confines, y consecuentemente una buena parte de la Tierra simplemente no era conocida por quienes vivían encerrados en ellos.

Entonces, nuestros mapas mentales...

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