Piedra de Toque/ El discreto encanto del liberalismo

AutorMario Vargas Llosa

Este era, según él, el camino del progreso y la civilización. Es una lástima que el autor de "La acción humana" ya no sea de este mundo, porque le hubiera dado una gran alegría comprobar que su sueño se ha hecho realidad, por lo menos en un país, Gran Bretaña, en tanto que otros van siguiéndole los pasos.

La aplastante y, por cierto, muy merecida victoria de Tony Blair y del Partido Laborista en las elecciones del 7 de junio en el Reino Unido es un triunfo de la opción que representaba mejor la doctrina liberal, en una sociedad en la que, en los últimos años, ha tenido lugar una extraordinaria mudanza ideológica.

Para entenderla a cabalidad, hay que olvidarse de las etiquetas con que se presentan los partidos, pues ellas, en vez de informarnos sobre lo que son y defienden, como ocurría antaño, han pasado a ser máscaras, disfraces de su verdadera identidad actual.

El Partido Conservador de Margaret Thatcher, que derrotó al Gobierno socialista y tomó el poder en 1979, aplicó un programa de reformas radicales de la más genuina estirpe liberal, que revolucionó de raíz la sociedad británica: privatizaciones masivas, guerra a muerte a la inflación, recorte drástico del gasto público, transferencia a la sociedad civil de funciones y deberes que había expropiado la burocracia, un audaz programa de diseminación de la propiedad privada entre los sectores que no tenían acceso a ella. Esas reformas que, por supuesto, tuvieron un precio alto, atajaron la declinación económica del Reino Unido y al cabo de unos años duros, de mucho sacrificio, le devolvieron un dinamismo y competitividad gracias a los cuales es, ahora, la cuarta potencia industrial del planeta.

Para llevar a cabo aquella revolución liberal, la señora Thatcher debió revolucionar a su propio partido, que, en los 70, era conservador en el peor sentido de la palabra: anticuado, tradicionalista, mercantilista y proclive al intervencionismo estatal en la economía. Ella impulsó en su seno una política de meritocracia que removió a fondo la composición clásica del partido, apartando a la cúpula elitista, llevando a su dirigencia militantes de extracción popular y ganando para él a inmemoriales votantes laboristas.

En los años en que la Dama de Hierro gobernó, aunque se siguiera llamando conservador, su partido fue el más liberal entre las fuerzas políticas del Reino Unido, más liberal que los socialistas, desde luego, pero también que el llamado Partido Liberal, a menudo refractario a las medidas...

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