PIEDRA DE TOQUE / Fuego de imágenes

AutorMario Vargas Llosa

Nuestra amistad nació así, en medio de ese caos tribal, en el que siempre se lo ve, alto, incansable, risueño, embutido en una gorra y cámara en mano, acosando a escritores y rogándoles o exigiéndoles que posen para él, a veces trepándose a los árboles como monos, o haciendo equilibrio a orillas de abismos, o disfrazándose de payasos o aun cosas peores, y que él siempre consigue que hagamos porque, además de su enorme talento de fotógrafo, Daniel es endemoniadamente simpático, generoso y leal, una de esas personas peligrosísimas a las que uno quiere tanto que es imposible negarse a sus pedidos o ucases.

Desde que, hace un par de días, supe la tragedia que ha vivido -que, por negligencia o estupidez, un empleado de Le Monde echó a la basura o incineró buena parte de su colección de negativos y diapositivas de 27 años de trabajo, es decir, una de las mayores inquisiciones perpetradas en la historia de la fotografía- no he dejado de pensar en él, de revisar sus libros y sus catálogos, de hojear mis propios archivos repletos de fotos suyas, y, en cierto modo, de compartir con él la horrible desesperación en que debe haberlo sumido esa inconmensurable catástrofe. Estos no son adjetivos truculentos dictados por el afecto y la admiración que siento por Mordzinski sino una descripción objetiva de lo que significa la desaparición de lo que, sin la menor duda, era la más completa documentación gráfica de los escritores y de la vida literaria de las últimas tres décadas, un patrimonio histórico que, además, constituía una hazaña artística de primer orden.

Dudo que entre los propios escritores haya alguno que ame más los libros y respete tanto el quehacer literario como Daniel Mordzinski. Nadie se ha interesado con más pertinacia y devoción en el proceso intelectual y material que está detrás de los poemas, las historias, los ensayos y los dramas y nadie ha explorado con más curiosidad y respeto esa misteriosa intimidad en que nacen los libros. Por eso, los retratos de escritores que han sido la pasión de su vida constituyen algo mucho más sutil y profundo que meras imágenes: verdaderas exploraciones de la intimidad psicológica, de los sótanos de la personalidad, de esas zonas turbadoras del inconsciente, del instinto, de la sensibilidad donde anidan muchas veces los gérmenes de las grandes creaciones literarias. Ello se logra no solo mediante la destreza y el aprovechamiento inteligente de la técnica; también, gracias a un conocimiento de la obra y la...

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