Piedra de Toque / Gente de Bagdad

AutorMario Vargas Llosa

El capitán Nawfal Khazal Aied Abdala Al-Dolame es un hombre alto, serio, escurrido, de ademanes elegantes y cara de pocos amigos. Estudió en la Academia Militar de Al Amiriya, en las afueras de Bagdad, y desde que se graduó pasó varios años en el Ministerio de Defensa. Pero cuando las cosas se pusieron bravas para el régimen fue destacado a un batallón de combatientes y estuvo en Basora, resistiendo a los soldados británicos de la coalición.

Luego, su batallón se retiró hacia Bagdad y allí, al igual que en otros cuerpos del Ejército iraquí, sus jefes decidieron que era inútil oponer resistencia a los estadou-nidenses y despacharon a oficiales y soldados a sus casas. En su hogar se enteró el capitán que la CPA (Coalition Provisional Administration), que preside el Embajador Paul Bremer, había licenciado al casi medio millón de hombres de las Fuerzas Armadas de Saddam Hussein y que era un desempleado. Desde entonces, se gana la vida como guardaespaldas, profesión que, dada la anarquía generalizada de este país sin Estado, ni servicios, ni Policía, ni autoridad y miríadas de Ali Babás, se ha vuelto muy solicitada.

Armado de una pistola (autorizada por la CPA) y por la módica suma de 100 dólares me sigue por donde voy como una sombra. Como guardaespaldas, es de una inutilidad encantadora. La única vez que sus servicios fueron necesarios, en la mezquita del imán Alí, en la ciudad sagrada -para los chiitas- de Najef, donde un creyente exaltado intentó agredir a mi hija Morgana, que con irresponsabilidad característica tomaba fotos en medio de la masa de fieles ululantes, sólo atinó a llevarse las manos a la cabeza y a lamentarse de semejante manifestación de fanatismo e incultura. Fueron otros creyentes los que salvaron la cara de Morgana del manazo que le iba dirigido. Pero el capitán de nombre interminable -Nawfal Khazal Aied Abdala Al-Dolame- a mí me cae muy bien. Sin que su cara dura de Fierabrás se altere lo más mínimo, suelta de pronto barbaridades de este calibre: "Soy musulmán de noche y de día cristiano, para así poder tomarme una cerveza helada". Lo comprendo y lo apruebo: no hay trasgresión que un bípedo normal no esté dispuesto a cometer para aplacar de algún modo este infierno de 50 grados a la sombra que es la capital de Iraq.

El capitán conoce muchas historias de Uday, el hijo de Saddam Hussein que ha robustecido extraordinariamente la tradición según la cual los hijos de los grandes sátrapas suelen superar en iniquidades y...

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