Piedra de toque / Isaac e Isaías

AutorMario Vargas Llosa

Se parecían en muchas cosas pero sus ideas representaban dos polos irreconciliables: Deutscher el marxismo revolucionario y Berlin la democracia liberal.

Ambos eran judíos no creyentes, de la misma generación, y habían tenido que huir de sus respectivos países arrojados por el totalitarismo (el soviético en el caso de Berlin, nacido en Letonia, y el nazi en el de Deutscher, que era polaco) y ambos terminaron exiliados en Londres y naturalizados británicos. La única coincidencia ideológica que hubo entre ellos, y sólo por algunos años, fue el apoyo al sionismo, al que, luego, Deutscher atacaría con severidad, llamando a Israel un mero peón del imperialismo norteamericano durante la Guerra Fría.

Isaías Berlin alcanzó los más altos reconocimientos en el ámbito académico -casi toda su vida transcurrió en Oxford y llegó a presidir la Royal Academy y a ser ennoblecido por la Reina- en tanto que Isaac Deutscher, aunque dictó seminarios y fue profesor invitado en importantes universidades, fue sobre todo un periodista (en la más alta acepción intelectual de la palabra) y un escritor independiente. Su único intento de ser contratado por una universidad británica, la de Sussex, se frustró, según señala David Caute, por culpa de Isaías Berlin, y de ahí el subtítulo un tanto tramposo del libro: « El castigo encubierto de un herético de la Guerra Fría ». Digo tramposo porque aunque hay indicios de que la opinión hostil de Berlin contra la obra y la posición política de Deutscher influyera en la decisión de la Universidad de Sussex de no contratarlo, el asunto está lejos de ser claro, y, en todo caso, Berlin siempre negó aquella acusación, incluso en dos cartas explicatorias sobre su intervención en el asunto a la viuda del autor de las célebres biografías de Stalin y de Trotsky.

El libro es interesante, seriamente documentado, pero no simpático, por la antipatía que profesa Caute a Isaías Berlin y que asoma con frecuencia, sobre todo cuando, al paso, se empeña en subrayar sus frivolidades, cultivar la amistad de los poderosos y de los millonarios, y mostrarse a veces algo fatuo y soberbio con la gente. Y, también, algo mucho más grave, dando a entender de manera subrepticia que algunas de las mayores aportaciones de Berlin a la cultura de la libertad, como su teoría sobre la libertad « negativa » y la « positiva », su división entre los intelectuales « erizos » y « zorros » y la clara demarcación entre un liberal y un conservador, no fueron ni...

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