Piedra de Toque/ ¿Una nueva revolución?

AutorMario Vargas Llosa

Nostálgicos irredentos del viejo mesianismo social se han precipitado a anunciar que el movimiento contra la globalización representa ahora, ¡por fin!, una alternativa revolucionaria potente contra el capitalismo y su odiado embeleso político: la democracia neoliberal. Detrás de las decenas de miles de manifestantes, que invadieron las calles de Génova, estos augures ven asomar en el horizonte, una vez más -ave Fénix que renace de sus cenizas-, un nuevo paraíso igualitario y colectivista.

Me temo que se apresuren demasiado y que confundan la presa con su sombra. Tengo la impresión de que al movimiento contra la globalización, por su naturaleza caótica, contradictoria, confusa y carente de realismo, le ocurrirá algo semejante que al Mayo del 68 en Francia, con el que tiene mucho de parecido: lo que hay en él de crítica social válida y de iniciativas realizables, será absorbido y canalizado por el sistema democrático, y lo demás, el estruendo y los estragos de las grandes gestas callejeras, perderá toda actualidad y quedará sólo como un estimulante material para sociólogos e historiadores.

Baso esta suposición en lo que me parecen dos evidencias:

1) El carácter heterogéneo y autodestructivo de un movimiento en el que cohabitan grupos, instituciones e individuos cuyas metas, convicciones y actitudes son absolutamente incompatibles entre sí.

2) La extraordinaria flexibilidad del sistema democrático para integrar dentro de sus cauces institucionales las críticas y antagonismos que nacen en su seno, y aprovecharlas para su fortalecimiento.

Prueba de ello es que la democracia, con todas sus abundantes imperfecciones y fallos, ha prevalecido sobre los dos formidables adversarios que la amenazaron en el Siglo 20 -los totalitarismos fascista y comunista-, y que, en la actualidad, sólo tiene como enemigos a las satrapías tercermundistas, tipo Gadafi, Saddam Hussein o Fidel Castro.

Por lo pronto, ser enemigo de la globalización puede tener algún sentido en el ámbito de la teoría, o de la poesía, pero, en la práctica, es un disparate parecido al del movimiento luddita que, en el Siglo 19, destruía las máquinas para atajar la mecanización de la agricultura y la industria.

La realidad de nuestro tiempo es la de un mundo en el que las antiguas fronteras nacionales se han ido desvaneciendo hasta casi desaparecer en ciertos campos -la economía, la tecnología, la ciencia, la información, la cultura, aunque no en lo político y otras esferas-, estableciendo...

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