Pierde partida tras las rejas

AutorRoberto Zamarripa

Frustrado estudiante de Ciencias Meteorológicas, Ricardo Miguel Cavallo dejó en la página 165 del libro Miles de Millones de Carl Sagan, la envoltura plateada de un puro Don Julián.

También dejó Las relaciones humanas de Krishnamurti y Trazos de Juan García Ponce, obra escrita en 1974, cuando Cavallo egresaba de la Escuela Naval Militar. Documentos de la reunión de la CELAM en Puebla, El libro de los amores ridículos de Kundera, y Conversaciones con Dios de Walsh.

Junto a la fila de libros estaban los compacts disc piratas de Elefante, Cranberries, Hits for Kids, Música de Banda, Limp Bizkit, muestra de un eclecticismo musical que remataba con lo que parecía su auténtica afición: Elvis Presley, que tenía en disco y casette.

También dejó dos cepillos de dientes, uno interdental, dos pastas dentríficas, un enjuague bucal, un shampoo, pomada para el pie de atleta, pastillas contra la gastritis y una tira de diez aspirinas que caducan en agosto del 2004.

Solo se llevó sus tabletas Debridat, que consume cada 8 horas para que no se agrave su gastritis.

Dejó a sus compañeros de galerón: al ex director del Penal de Puente Grande, Leonardo Beltrán Santana; el ex director de penales en el norte del país, Gabriel Nahas Ayub; el brasileño Honorio Rodríguez da Silva, acusado de fraude, y el ex Juez 65 Penal, Juan Carlos Rayo Mares, quien está preso por cohecho.

Cenó cortes argentinos la última noche y apenas tomó un vaso de agua al alba, antes de irse al hangar. Se llevó en una maleta negra una muda de ropa y un cepillo de dientes.

...

El portón gris de la zona de aduana se abrió seis minutos después de las nueve de la mañana. El vuelo de un helicóptero blanco sobre la zona del Reclusorio Oriente provocó el retraso. Todo estaba acordado para suceder en tres horas. Cavallo debía ser avisado a las seis de la mañana de que ya se tenía que ir. Su estado de salud tenía que ser examinado media hora después. A las siete de la mañana habrían de arribar el jefe de Operaciones Especiales de la PGR, Javier Garza Palacios, con 60 efectivos policiacos. Llegaron 45 minutos después.

Aún así Cavallo estaba listo, con su chaleco negro antibalas, su traje oscuro, la corbata azul bien anudada, los bolsillos vacíos, para salir en punto de las nueve de la mañana. Pero se escuchó el helicóptero y las autoridades federales preguntaron a las capitalinas si esa nave les pertenecía. Nadie la identificó y ordenaron rastrearla para despejarla de la zona.

Cavallo subió a la...

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