Piketty en México

Salomón Chertorivski

Secretario de Desarrollo Económico del DF

En 1830, Honorato de Balzac emprendió, según su propio dicho, "la espantosa labor de escribir una serie de novelas y cuentos para construir la historia y la crítica de la sociedad, el análisis de sus males y la discusión de sus principios" en su colosal Comedia Humana. ¿Quién iba a decir que, 180 años después, otro francés vendría a cantarnos nuestras verdades -la historia larga, las pulsiones fundamentales, el destino de la sociedad humana-, pero ahora desde el campo lúgubre de la economía?

El capital en el siglo XXI es una obra que en buena hora ha venido a interpelar las bases de las ciencias sociales en el mundo, no sólo de la economía. Una de las cosas que no se ha dicho suficientemente en los últimos meses de revuelta intelectual mundial provocada por el agitador Thomas Piketty es que su libro es, en realidad, una explicación general acerca del funcionamiento de la sociedad moderna en los últimos dos siglos.

Hace mucho que no teníamos a un autor y una obra con tal ambición.

Piketty parece estar convencido de que Balzac y Austen capturan el espanto y los males de la sociedad de una forma que ninguna fórmula matemática puede lograr. Y el espanto fundamental es la desigualdad: esa condición de las sociedades humanas que no es un componente colateral del crecimiento, no un accidente, ni tampoco un hecho ubicado a las afueras de la economía.

Es precisamente allí donde está la interpelación central de Piketty a las escuelas de la economía dominante: le desigualdad es un factor tan importante como el crecimiento, en buena medida lo explica y se vuelve un ingrediente central de la reproducción social.

Para decirlo de otro modo: el sistema económico -el capitalismo- sin intervención pública necesita a la desigualdad. La sensatez de Piketty le impediría redactar una afirmación tan absoluta como ésta, pero es una de las ideas latentes a lo largo de toda la obra: históricamente, la acumulación originaria disparó una flecha que apunta hacia la acumulación infinita, lo que convierte a la desigualdad en un componente central del sistema, al mismo tiempo su premisa y consecuencia.

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La radicalidad de Piketty pone de pie lo que había estado de cabeza en el pensamiento económico moderno durante mucho tiempo: con horizonte de largo plazo, el crecimiento no es la condición natural de las economías capitalistas. Se trata más bien de episodios afortunados, breves, pasajeros, acotados en el...

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